Tras el éxito del artículo sobre cetosis, longevidad y autofagia, en el que te propuse un análisis e integración coherente de los avances científicos más significativos para optimizar nuestra salud, te traigo una reflexión muy actual. Porque la pregunta que yo me haría después de leerlo sería ¿y por qué para algunas personas es relativamente sencillo implementar estos cambios y disfrutar de una energía estable, mientras que para otras es un camino lleno de fatiga y ansiedad constante?
Bueno, no todos somos iguales y seguro que sabes que lo que sirve para uno no funciona igual para otro, pero esta es una respuesta que a mí no me deja satisfecha, así que supongo que a ti tampoco y buscando esa sinceridad y transparencia que nos gusta tener en este espacio, te diré que el verdadero desafío no creo que esté en la dieta que tú elijas, sino en la capacidad de tu cuerpo para utilizarla eficientemente.
De eso podríamos extraer que no todos disponemos de la misma flexibilidad metabólica o que no todos los organismos son capaces de variar y adaptarse con relativa facilidad.
Y es que, la flexibilidad metabólica es básicamente eso, la capacidad de tu cuerpo para cambiar con eficiencia entre el uso de la glucosa (azúcar) y el uso de la grasa (cetonas) como fuentes principales de energía. Es como un interruptor biológico que debería estar funcionando de manera fluida, permitiéndote pasar horas sin comer mientras mantienes tu energía y claridad mental.
Por eso, si tu cuerpo solo sabe usar el azúcar, estás perdiendo el control.
La fábrica bloqueada: entendiendo la flexibilidad
- Glucosa o azúcar, el depósito de combustible más rápido y fácil de encender, pero limitado y que se agota pronto.
- Grasa, el depósito de combustible más lento, estable y prácticamente ilimitado.
El bloqueo del interruptor
Las consecuencias de esa rigidez metabólica
- Necesidad constante de comer. Cuando no puedes pasar más de 3 o 4 horas sin sentir hambre o un bajón de energía.
- Somnolencia postprandial. Cuando te sientes fatigado o tienes esa típica "niebla mental" después de las comidas.
- Dificultad para perder peso. A pesar de seguir una dieta para ello, parece que el cuerpo se niega a acceder a las reservas de grasa.
- Ansiedad por el dulce. Sientes un deseo irrefrenable por el azúcar, ya que es el único combustible que el cuerpo sabe usar rápidamente.
Ciencia simple: reabriendo el interruptor mitocondrial
El interruptor ON / OFF y la insulina
El plan de entrenamiento: cuatro pilares para un metabolismo ágil
- Carbohidratos estratégicos. Consume hidratos de carbono complejos, como patata, quinoa o legumbres, solo cuando tu cuerpo pueda aprovecharlos mejor, por ejemplo, después de una sesión de ejercicio o en la cena para favorecer el descanso.
- Días de cetosis ligera. Incorpora días a la semana muy bajos en carbohidratos y altos en grasas saludables, como frutos secos, aceite de oliva o aguacate. Esto obliga a tu fábrica a practicar el uso del depósito de grasa.
- Protagonismo a la fibra. La fibra de las verduras ralentiza la absorción de glucosa y calma la señal de la insulina, facilitando que el interruptor se apague más rápido.
- Ventanas de descanso. Puedes establecer ventanas de 14 a 16 horas sin comer (incluyendo las horas que pasas durmiendo). Este espacio es vital para que tu cuerpo haga "limpieza" celular (autofagia) y active el interruptor de la quema de grasa.
- Calidad de sueño. Un sueño insuficiente o de mala calidad aumenta las hormonas del estrés, que a su vez elevan la glucosa. Dormir bien es una práctica de salud metabólica esencial.
- Ejercicio de fuerza. Es tu mejor amigo. Aumenta la masa muscular, que actúa como un "vertedero" metabólico: esto absorberá el exceso de glucosa de la sangre sin necesidad de tanta insulina. Esto mejora tu flexibilidad en cada comida.
- Evita el sedentarismo. Simplemente moverse a lo largo del día ayuda a mantener la "caldera" encendida. Rompe periodos largos sentado con caminatas cortas, eso tendrá un impacto directo en tu metabolismo.


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