Ir al contenido principal

Lo que me salvó cuando toqué fondo (y cómo empezar de cero sin fingir que estás bien)

Hay momentos en los que ni el café es capaz de arreglar la situación, ni las frases motivadoras, ni las ganas de seguir como si todo fuera normal, haciendo lo de siempre y dejándote arrastrar por la inercia de la vida. 

Para algunas puede que el maquillaje sea un salvavidas para esconderse del mundo Pero yo no tengo ese recursos porque ni sé maquillarme ni suelo hacerlo y las pocas veces que me pongo rímel acabo frotándome los ojos antes de salir de casa.

Pero ¿qué pasa cuando tocas fondo, pero tienes que seguir cuidando de otros, trabajando o sonriendo? 

Es duro, lo sé, creo que en ese momento de lucidez en el que cuerpo y mente se alían para decirte que no puedes seguir así, que no puedes soportar más esa situación, que necesitas liberarte o escapar o gritar o cambiar de vida o desaparecer, es en ese momento cuando oyes el chasquido final en el pozo y entiendes que eso es y tiene que ser el final de tu caída.

Porque funcionar en automático a veces te salva. Te ayuda a curarte, a sobrevivir sin pensar y sin romperte más o simplemente a seguir adelante cuando no tienes fuerzas para hacerlo por ti misma, pero no puedes quedarte ahí. 

Por mi experiencia, siempre he pensado que soy capaz de soportar una cantidad considerable de negatividad, dolor, incomodidad, incertidumbre y frustración, pero que, de alguna manera, existe un punto de "no retorno" en el que cuerpo y mente se alinean para decidir que no pueden más. Ese es el fondo del pozo y sí, lo he visitado.

Hoy quiero contarte lo que me salva a mí, sin magia, solo ese instinto que te inyecta coraje y te pinta esa tenue luz justo donde parecía que había nada.


El día en que me cansé incluso de fingir

No creas que fue un gran drama. No hubo gritos ni lágrimas en la ducha ni una escena digna de película. Fue más bien un desgaste silencioso. Una acumulación de días, de renuncias pequeñas, de palabras tragadas y de sonrisas forzadas. Pequeñas piedras que caían sobre mí cada día enterrándome en vida y dejándome sin oxígeno.

Recuerdo que aquella tarde no pasó nada especial. Nadie me gritó ni hubo discusión, ya no hacía falta ninguna más. Pero mientras volvía a casa en mi coche, me miré en el espejo retrovisor... esa no era yo y esa vida no era la mía. Estaba ahí sentada, en un recorrido que ya podía hacer en piloto automático, pero sin estar realmente. Sin ganas de nada y con esa sensación de vacío... La vida no podía ser solo eso.

En ese momento lo sentí, sentí el final, me cansé incluso de fingir que estaba bien. Me cansé de sonreír por compromiso, de decir "no pasa nada" cuando por dentro tenía un incendio que llevaba años avivándose. Me cansé de sostener a todos mientras me tambaleaban las piernas. Simplemente me cansé de funcionar.

No sé si a ti te ha pasado alguna vez, si has vivido también esa sensación entre agotamiento, tristeza y una especie de indiferencia peligrosa. Esa en la que ya ni si quiera te enfadas o te entristeces, solo te apagas. 

Ese fue para mí el fondo del pozo. Pero no fue algo así como tocarlo de golpe, fue darme cuenta de que llevaba demasiado tiempo cayendo sin ser consciente. Y la sensación fue que si no hacía algo pronto no quedaría nada de mí.

Lo que me salvó cuando todo se tambaleaba

Lo que me sostuvo en ese momento fue apenas como una cuerda fina, casi invisible, solo un primer gesto, una mínima intención. Es quizás algo en mí que dijo "sigo aquí". 

Acepté que no estaba bien

Porque el momento en el que te das cuenta de lo que pasa realmente es como una revelación, como abrir los ojos tras la pesadilla. Ya sabes que eso no es lo que quieres, ya sabes que no estás bien y ya sabes que esa no eres tú. Y es ahí cuando te sientes más vulnerable y cuando sí que tienes ganas de llorar. Ese es el momento en el que sabes que NO PUEDES MÁS.

La clave para mí fue esa, darme permiso para tener ese momento de debilidad, para llorar y para hacer lo que me pedía el cuerpo. Pero sin caer en las culpas, sin juzgarme y sin machacarme más de lo que ya estaba, porque estar rota no necesita justificación. Solo dejé de ser fuerte por un momento.

Volver a lo básico

Es un momento muy duro. Cuando sabes que no puedes más y que debes hacer algo o ser consciente de que de verdad quieres hacer algo, pero en ese primer momento no sabes el qué y no sabes cómo. Porque lo siguiente creo que es el miedo, ese miedo a cambiar de vida y a empezar de cero, a no ser capaz a sacrificar cosas que sí que te gustaría conservar y buscar un nuevo camino cuando estás en medio de un denso bosque.

Ahí yo dormía cuando podía, comía aunque no tuviera hambre, de hecho empecé a ser consciente de que, comía excesivamente, para acallar otros dolores físicos y emocionales. Bebía sin sed y caminaba sin rumbo.

Poco a poco empecé a mirarme a mí misma con más cariño y compasión, empecé a tratarme como a una niña que está enferma, sin exigencias y sin listas de tareas. Solo hacía lo esencial.

Escribir aunque no supiera qué decir

Ya sabes lo mucho que a mí me ayuda el hecho de escribir, así que lo hacía sin más. Frases, garabatos, discusiones acaloradas cuando me sentía enfadada, lo que fuera. Y eso se convirtió en una forma de escucharme a mí misma y de no desaparecer del todo. Fue un pequeño rastro para poder volver a encontrarme.

Soñar en pequeño

Planear una vida nueva era demasiado ambicioso y complicado en ese momento, así que me bastaba con imaginar una mañana distinta, una tarde diferente, una noche sin dolor.

Quería una conversación sincera, un abrazo. Pequeños detalles que nunca se materializaron pero que para mí fueron muy importantes en ese momento, porque gracias a esas pequeñas cosas que sí que quería pude ponerme de pie y prepararme para trepar.

Aferrarme a una promesa interna

A veces me repetía que eso no era el final, que solo iba a ser una pausa o una transición, que yo iba a volver, fuerte, positiva y capaz, como siempre he sido. Todavía no sabía cuándo ni cómo lo haría, pero necesitaba creer que un día, al despertar, todo eso sería un recuerdo. Y posiblemente, me lo repetí tantas veces que al final un día fue verdad.

No puedo darte una receta universal que te salve a ti ¡ojalá pudiera! Créeme que lo haría sin dudarlo. Solo puedo contarte mi proceso, para que veas que no estás sola y que, de una manera o de otra, las que hemos pasado por esto salimos adelante. NO ESTÁS SOLA y no te vas a quedar ahí para siempre, solo tienes que ver ese pequeño hilo que te has dejado por ahí cerca, por alguna parte y empezar a tirar de él.

Cómo empezar de cero sin fingir que estás bien

No hace falta tenerlo todo claro ni sentirte del todo fuerte o como antes para dar el primer paso y, sobre todo, no hace falta fingir que estás bien, NO ES NECESARIO. Todos tenemos derecho a tener un mal momento. Piensa que empezar de cero no es una decisión épica que se tome entre fuegos artificiales, sino una serie de pequeños movimientos, aunque sean torpes o dolorosos, pero tuyos al fin y al cabo.

Esos pequeños pasos son muy importantes y cuentan, MUCHO. Y algunos son como esos:

Puedes estar mal sin tener que dar explicaciones

Si eres como yo esto te costará, pero es que no necesitas justificar tu tristeza, tu cansancio o tu rabia ¿por qué? ¿A quién tienes que darle cuentas? Tampoco hace falta que cuentes tu historia de principio a fin para que te crean o te comprendan. Si estás mal, estás mal y punto. Y eso ya es suficiente para que te respeten.

Reduce tus exigencias (y tus disculpas)

Ahora (y durante el tiempo que necesites) tu única misión es cuidarte, SIN CASTIGARTE. Así que puedes decir que NO, puedes cancelar planes, puedes no responder a mensajes y puedes hacer lo que necesites, porque no estás ahí para los demás, ahora estás ahí para ti. Y eso no es egoísmo, eso es supervivencia emocional. 

Busca pequeñas certezas

Deja de pensar en el futuro y aparca un poco el miedo a la incertidumbre y a lo desconocido. Por experiencia puedo decirte que cuando lleguen esos ríos ya cruzarás esos puentes, porque a veces nos dejamos llevar por el miedo y nos paralizamos, pero una vez recorrido el inicio del camino nos damos cuenta de que no era para tanto. Así que deja de sufrir por esos "y si..." y céntrate en lo inmediato.

¿Ahora? Un café, un paseo corto, un cuaderno donde volcar lo que más te duela. Verás que, cuando todo se tambalea, las pequeñas certezas son anclas de tu consciencia.

Rodéate de lo que te recuerda quién eres (no de lo que te exige ser otra)

Busca libros, personas, música, fotos, aromas. Todo lo que te acerque a tu centro y a tu fuerza, aunque esté enterrada. Porque a veces huimos demasiado de nosotras mismas intentando cumplir expectativas ajenas. 

¿Recuerdas la película de "Novia a la fuga"? Al final, uno de los procesos de reafirmación personal, de reencuentro con lo que el personaje de Julia Roberts era en realidad, pasó por decidir cómo le gustaban los huevos de verdad porque siempre se dejaba llevar por los gustos de sus parejas y escogía lo que ellos preferían; revueltos, escalfados, fritos, en tortilla, duros... Esa "quién eres tú" supone encontrar esas preferencias que te conforman y te construyen.


No esperes sentirte lista para avanzar

Esto no es así y no te lo recomiendo, porque no te vas a despertar un día diciendo "¡ya está! Estoy preparada". Por eso avanzar a veces es algo que hacemos sin ganas, sin fe o sin energía, solo con una mínima chispa de voluntad de dejar atrás todo lo que te está dañando. Esa pequeña chispa es suficiente para coger tus maletas. Hazlo.

Piensa que empezar de cero es rescatarte, volver a ser tú sin los disfraces que ahora llevas. Y si no te ves capaz recuerda esto: aunque tú no lo veas, hay una parte de ti que ya está trabajando para volver a levantarte.

No soy la misma, pero sigo siendo yo

Hoy no soy la misma mujer que tocó fondo, pero tampoco soy la de antes. Porque esa versión rota me enseñó lo que ninguna versión perfecta pudo: que estoy viva. Y que puedo volver a empezar todas las veces que haga falta.

No tengo todas las respuestas, todavía me tropiezo, todavía dudo y tengo días grises, pero algo cambió: ya no me abandono a mí misma para salvar a los demás. Y no me exijo ser invulnerable ni fingir que estoy bien cuando no es así.

Aprendí que empezar de cero NO ES FRACASAR, sino un acto de amor propio. y que tocar fondo no te destruye... Te obliga A CONSTRUIRTE CON MÁS VERDAD.

Si tú también estás en medio del caos, en ese fondo sin nombre, solo quiero decirte una cosa más: NO TE VA A QUEDARA AHÍ, ESO NO ES PARA SIEMPRE. Y cuando salgas, que lo harás, verás que no eras débil, que eras valiente y más valiente de lo que imaginabas.

Si te apetece compartir conmigo tu experiencia, puedes hacerlo, este es un ESPACIO SEGURO y si no quieres hacerlo, si solo estás leyendo en silencio desde tu pozo, también está bien, tranquila. Solo debes saber que no estás sola y eso ya es un primer paso hacia la salida.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Vivir en un pueblo con calma: maternidad, silencio y raíces

Vivir en un pueblo es una idea que a muchos de nosotros nos resultaba cada vez más atractiva, sobre todo después de la pandemia, pero no necesariamente motivada por eso. También el bullicio, los precios, la escasez de oferta inmobiliaria y otros factores han influido. Y sí, déjame decirte que siempre es una buena idea, aunque no apta para todo el mundo. La vida rural funciona a otro ritmo y eso se respira en el aire, sin duda. En algunos aspectos, es como trasladar tu paz mental a tu contexto más cercano o retroalimentar esa paz interior con un exterior acorde e inspirador. Al final ambas cosas pueden ser dependientes. Además, en la mayor parte de los pueblos hay un porcentaje de viviendas que solo se usan los fines de semana (o en vacaciones), por aquellos que huyen de las ciudades y prefieren pasar sus días de descanso en entornos más tranquilos y que les ayuden a desconectar, a dormir mejor y a disfrutar de una tranquilidad que no es fácil encontrar en los entornos urbanos. Y eso se...

Descubriendo la mente de una persona con trastorno de la personalidad narcisista

Es teoría, este tipo de psicopatía solo afectaba al 1 % de la población y cerca del 75 % de estas personas son hombres. Es decir, que en España teníamos a casi 500.000 personas con trastorno de la personalidad narcisista o TNP y, de ellos, unos 370.000 eran hombres, que así es más fácil verlo. No obstante, hablao en pasado porque recientes estudios confirman que este porcentaje podría estar ahora mismo entorno al 20 % ¡no me puedo creer este aumento tan significativo! Pues lo cierto es que, según parece, hasta el 50 % de ellos los podemos encontrar en empresas, en puestos directivos o como jefes/dueños/socios del negocio. Creo que esto debería ser un nuevo patrón para este perfil de psicopatías ¿no te parece? Una mayoría de hombres y la mitad en puestos de responsabilidad. Y bueno, volviendo a esos 370.000 que ya tenemos "censados", por decirlo de alguna forma y obviando supuestos más alarmantes, quizás podrías pensar que es casi como encontrar una aguja en un pajar ¿no? Meno...

Cómo una rutina puede cambiar tu vida (aunque no lo creas)

Así es, tu rutina es más poderosa de lo que crees y tiene una cierta capacidad sanadora, aunque parezca que siempre usemos esta palabra con connotaciones peyorativas: la rutina. Es como decir "otra vez lo mismo", ¿no suena a algo así? Si tú también piensas de esta forma, vamos a ver si juntas podemos darle la vuelta a la maltrecha rutina y encontrar su utilidad práctica y funcional en tu vida. Cómo me salvó la rutina en plena pandemia Déjame contarte que, durante la pandemia, a mí me salvo la rutina y me aportó lucidez mental, estructura y propósito. Entonces descubrí los beneficios de una rutina diaria: estructura, enfoque y bienestar emocional. Porque en aquellos días encerrados en casa, además del desconcierto, los divorcios, las peleas y los insomnios estaban a la orden del día. De hecho, la simple (y no tan simple) prohibición de salir de casa, salvo en las situaciones imprescindibles (comprar y pasear al perro), nos estaba desquiciando. Primero, porque nunca habíamos vi...