Ir al contenido principal

Fauna y flora: lo que aprendo del campo cada día

Vivir en el campo es como tener un curso intensivo de supervivencia… Sin matrícula previa, sin manual de instrucciones y con examen sorpresa cada poco tiempo. Bichos de verano, bichos de invierno, plantas de temporada y una estacionalidad latente en cada paisaje. Además, por supuesto, está eso del "aire de tormenta" y todo un expertis cuya maestría exige llevar algo metálico insertado en alguna parte de tu cuerpo.

Además, la fauna y la flora no están para decorar postales. Están vivas, activas y, a veces, muy presentes. Por ejemplo:

  • El perro del vecino se cree DJ y nos deleita con sesiones intensas de ladridos en los momentos más inesperados, como durante las siestas raras de mi hija, que con el veranos se nos han desordenado.

  • Las avispas… Bueno, esas no pagan alquiler pero gestionan el terreno, junto con las hormigas, como si fueran las propietarias de la finca (y de los espacios al aire libre del pueblo).

  • Y las zarzas… esas sí que saben cómo hacer que un paseo idílico se convierta en una clase práctica de esgrima con ramas, que sales a ver cómo baja el río y vuelves como si hubieras estado en un rin con un gato.

Pero no todo es guerra. También hay momentos en los que la naturaleza se pone de tu parte y te recuerda que la vida puede ser simple y preciosa:

  • El olor del romero después de la lluvia o del espliego o de la hierbabuena silvestre que crece junto al río o del té de roca cuando tocas sus hojas pegajosas. Y es que hay olores que te transportan a tu infancia y forman parte de tu día a día, aportando calma y "hogar".

  • El sonido suave del viento colándose entre los olivos o el repiqueteo de la lluvia en los tejados de en frente.

  • El sol de la mañana, que te calienta la piel con la delicadeza de un café recién hecho… Pero sin la cafeína (y sin tener que fregar la taza después).


Lo curioso es que cada día aquí es distinto y siempre me enseña algo nuevo:
  • Paciencia, cuando la huerta decide que crecerá “a su ritmo” y no al que marca Google. Aunque lo de los calabacines es una locura ¿has plantado alguna vez? Un día vas a verlos y apenas son como un dedo y al día siguiente tienes que cogerlos con las dos manos. Mi abuelo decía que si te quedas mirándolos podrías verlos crecer ¡así de rápido van!

  • Flexibilidad, cuando el plan era trabajar tranquila y aparece una cabra en la terraza o cuando toca grabar algún episodio de mis podcasts y esa mañana salen a pasear los vecinos, desbrozan los campos, hay desfile de tractores, avionetas de reconocimiento, los gatos en celo por la calle, motos curioseando el pueblo, un dolçainer ensayando, rayos, truenos y centellas.

  • Resiliencia, cuando el viento te tumba el tendedero… Otra vez. Me fascina ver como mi madre se repone de cada contratiempo y como sigue amaneciendo de nuevo brindándonos otra oportunidad de volver a intentarlo.

Y entre tantas lecciones, hay una que me gusta especialmente: la fauna y la flora no se complican la vida con lo que pasó ayer o lo que podría pasar mañana. Simplemente están. Crecen. Florecen. Se defienden cuando es necesario. A excepción de los mosquitos, que deberían morir todos o chupar grasa en lugar de sangre o vivir solo donde estuvieran sus depredadores, no, mejor extinguirse.

¿Imaginas que pudiéramos vivir así? Solo fluir, cuidarnos, crecer... Seguro que yo tendría menos canas y arrugas. Pero la naturaleza es tan curiosa y tan fascinante que deberíamos volver al animismo y cuidarla como un tesoro, ser agradecidos, respetar sus tiempos, adaptarnos y ser siempre respetuosos con ella, con lo que nos da y con lo que nos quita.

A veces una vida sencilla es lo más conveniente, para sanar, para aprender y para crecer. Y son las lecciones de la tierra las más auténticas que podemos recibir.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Vivir en un pueblo con calma: maternidad, silencio y raíces

Vivir en un pueblo es una idea que a muchos de nosotros nos resultaba cada vez más atractiva, sobre todo después de la pandemia, pero no necesariamente motivada por eso. También el bullicio, los precios, la escasez de oferta inmobiliaria y otros factores han influido. Y sí, déjame decirte que siempre es una buena idea, aunque no apta para todo el mundo. La vida rural funciona a otro ritmo y eso se respira en el aire, sin duda. En algunos aspectos, es como trasladar tu paz mental a tu contexto más cercano o retroalimentar esa paz interior con un exterior acorde e inspirador. Al final ambas cosas pueden ser dependientes. Además, en la mayor parte de los pueblos hay un porcentaje de viviendas que solo se usan los fines de semana (o en vacaciones), por aquellos que huyen de las ciudades y prefieren pasar sus días de descanso en entornos más tranquilos y que les ayuden a desconectar, a dormir mejor y a disfrutar de una tranquilidad que no es fácil encontrar en los entornos urbanos. Y eso se...

Lo que me salvó cuando toqué fondo (y cómo empezar de cero sin fingir que estás bien)

Hay momentos en los que ni el café es capaz de arreglar la situación, ni las frases motivadoras, ni las ganas de seguir como si todo fuera normal, haciendo lo de siempre y dejándote arrastrar por la inercia de la vida.  Para algunas puede que el maquillaje sea un salvavidas para esconderse del mundo Pero yo no tengo ese recursos porque ni sé maquillarme ni suelo hacerlo y las pocas veces que me pongo rímel acabo frotándome los ojos antes de salir de casa. Pero ¿qué pasa cuando tocas fondo, pero tienes que seguir cuidando de otros, trabajando o sonriendo?  Es duro, lo sé, creo que en ese momento de lucidez en el que cuerpo y mente se alían para decirte que no puedes seguir así, que no puedes soportar más esa situación, que necesitas liberarte o escapar o gritar o cambiar de vida o desaparecer, es en ese momento cuando oyes el chasquido final en el pozo y entiendes que eso es y tiene que ser el final de tu caída. Porque funcionar en automático a veces te salva. Te ayuda a curart...

Cómo una rutina puede cambiar tu vida (aunque no lo creas)

Así es, tu rutina es más poderosa de lo que crees y tiene una cierta capacidad sanadora, aunque parezca que siempre usemos esta palabra con connotaciones peyorativas: la rutina. Es como decir "otra vez lo mismo", ¿no suena a algo así? Si tú también piensas de esta forma, vamos a ver si juntas podemos darle la vuelta a la maltrecha rutina y encontrar su utilidad práctica y funcional en tu vida. Cómo me salvó la rutina en plena pandemia Déjame contarte que, durante la pandemia, a mí me salvo la rutina y me aportó lucidez mental, estructura y propósito. Entonces descubrí los beneficios de una rutina diaria: estructura, enfoque y bienestar emocional. Porque en aquellos días encerrados en casa, además del desconcierto, los divorcios, las peleas y los insomnios estaban a la orden del día. De hecho, la simple (y no tan simple) prohibición de salir de casa, salvo en las situaciones imprescindibles (comprar y pasear al perro), nos estaba desquiciando. Primero, porque nunca habíamos vi...