Ir al contenido principal

Vivir en un pueblo con calma: maternidad, silencio y raíces

Vivir en un pueblo es una idea que a muchos de nosotros nos resultaba cada vez más atractiva, sobre todo después de la pandemia, pero no necesariamente motivada por eso. También el bullicio, los precios, la escasez de oferta inmobiliaria y otros factores han influido. Y sí, déjame decirte que siempre es una buena idea, aunque no apta para todo el mundo.

La vida rural funciona a otro ritmo y eso se respira en el aire, sin duda. En algunos aspectos, es como trasladar tu paz mental a tu contexto más cercano o retroalimentar esa paz interior con un exterior acorde e inspirador. Al final ambas cosas pueden ser dependientes.

Además, en la mayor parte de los pueblos hay un porcentaje de viviendas que solo se usan los fines de semana (o en vacaciones), por aquellos que huyen de las ciudades y prefieren pasar sus días de descanso en entornos más tranquilos y que les ayuden a desconectar, a dormir mejor y a disfrutar de una tranquilidad que no es fácil encontrar en los entornos urbanos. Y eso se traduce en unos fines de semana con más ajetreo y gentío, algo que algunos también agradecen.

También los pueblos ofrecen esa curiosa capacidad de conectar a las personas. Por ejemplo, cuando yo vivía en Valencia, todos parecían hacer lo posible para no tener que hablar entre sí, evitando interactuar con las personas de todas las formas posibles. Así, oías un carraspeo a tus espaldas, notabas el toque de un maletín o bolso o cualquier roce leve para llamar tu atención. Y nadie te mira a los ojos, una pena, creo que tampoco te socorrerían si te caes en mitad de la calle ¿no te da un poco de pena? Todo fruto de la velocidad y del ecosistema particular de las urbes. Pero en los pueblos la cosa no funciona así.

Aquí saludarse es parte de la rutina diaria y todos lo hacemos, incluso con los desconocidos o los que viene a pasar algún día puntual, porque al final estamos compartiendo un espacio pequeño que es de todos y para todos. Y a nivel social es muy agradable porque te ayuda a integrarte y a sentir que formas parte de una comunidad. Es muy bonito, una forma de reconocer a los otros como vecinos tuyos, aunque no vivan necesariamente a tu lado.

Ese interés ayuda mucho cuando se trata de personas que viven solas y con mayor motivo si son ancianos. De esta forma, podemos prevenir algún problema o controlar de alguna manera que el censo no tenga bajas inesperadas.


Vivir con calma sin renunciar a nada

A parte de estas pequeñas adaptaciones y alguna otra, vivir en el campo aporta muchas ventajas y no necesariamente hay que renunciar a otras en el sentido más general. Por ejemplo, podemos encontrar preciosos pueblos como pequeños oasis con salida directa a autovías o bien comunicados. Lo que significa que, desde algunos de ellos, te puede resultar más fácil y rápido llegar hasta tu puesto de trabajo que desde la misma ciudad en la que éste se ubica.

Por otro lado, vivir en un pueblo que disponga de alguna ciudad cercana, te puede ofrecer todos los servicios, ofertas de ocio y comercios que puedas necesitar en cualquier momento de tu vida. Y además, tendríamos que hablar de las ventajas que te ofrece, porque los productos frescos y el acceso a alimentos de calidad se multiplica exponencialmente desde los pueblos. Así, puedes encontrar pequeñas aldeas que tengan su propia producción de miel, de huevos, aceites de oliva virgen extra maravillosos o frutas y verduras de temporada con sabores deliciosos.

Y, si te sientes con ánimo, incluso podrías conseguir pequeñas zonas de regadía o secando en las que disponer tu propio huerto o árboles frutales. También podrás tener la oportunidad de disfrutar de productos del entorno directamente, como los níscalos y otras setas autóctonas (según la zona escogida) o los espárragos silvestres ¡perfectos para prepararte una tortilla deliciosa!

Lo que sí que te confirmo es que las opciones de comer mucho mejor son muy numerosas y si a esto añadimos la falta de oferta de comida basura y otras variantes insanas, seguro que tu salud lo nota ampliamente y tú te verás beneficiado con creces por el cambio. ¿Una idea? Que aprendas a disfrutar de la cocina, de la variedad de sabores y que te lances a aprender a hacer tus propios guisos y platos.

Disfrutar de la maternidad en el campo

Vivir la maternidad en un entorno rural también es otro pequeño placer. Porque puedes ver como tu peque disfruta de un entorno natural con mayor libertad de movimiento y muchas pequeñas experiencias que no tendría en una ciudad. Por ejemplo, la posibilidad de jugar con palos y piedras, de vivir ese ocio sano y al aire libre con elementos naturales de todo tipo o de conocer diferentes bichos, animales y vegetales que, de otra forma no podría disfrutar.

La falta de tráfico aporta una mayor seguridad a las calles, lo que te permite bajar en cualquier momento del día a jugar a la pelota en la misma puerta de tu casa. Y esto tampoco está reñido con disponer de algún pequeño parque con columpios para jugar como lo haría cualquier otro niño. Eso sí, la actividad física sin duda será mayor que en cualquier urbe porque el cuerpo te pide pasear y los niños te piden calle... Maravilloso.

En muchos de los pueblos también hay otros atractivos para los más pequeños como ríos, fuentes, pequeñas rutas de montaña y lugares emblemáticos que visitar para hacer un picnic o pasar una mañana agradable en familia. Además, implicar a los niños en tareas agrícolas siempre es buena idea, así como ayudarles a plantar semillas o cosas tan sencillas como lechugas, zanahorias e incluso plantas aromáticas, ya sea en casa o en el campo.

Así, estos entornos despiertan en ellos un mayor respecto por el medio ambiente y una responsabilidad sana hacia nuestros diferentes ecosistemas.

Desde el punto de vista materno o paterno es muy positivo y te aporta tranquilidad. Y a eso puedes sumarle el hecho de que tu hijo va a aprender desde pequeño conductas cívicamente enriquecedoras, como el hecho de saludar, interesarse por los demás, el respecto por las personas y la exposición a una socialización sana. Por todo esto y más vivir en un pueblo con calma es una de las mejores decisiones que he tomado en mucho tiempo. ¿Qué opinas? Cuéntame tu experiencia.

Comentarios

  1. Pues si, toda la razón, pero hay que atreverse. No has dicho los aspectos negativos que se dan en algunos casos y poblaciones rurales (falta de recursos, posibilidades de empleabilidad, dependencia transporte privado...) Pero vamos, creo que compensa. Yo sería feliz igualmente y se podría dinamizar más y mejor, creando comunidades con más sentido. Tema interesante.

    ResponderEliminar
  2. Me encanta tu comentario, gracias por participar. Yo no veo esos aspectos negativos aquí, quizás sí la dependencia del coche o del transporte público, pero también hay mucha cooperación entre vecinos y no pasa nada si no tienes coches o si no quieres salir. En cuanto a los recursos... Me parece relativo, por ejemplo, la atención médica aquí es mucho mejor y más rápida que en ciudades como Valencia o Castellón y hay opciones de empleo, tanto aquí como en los alrededores, si bien no hay una densa oferta, pero la hay ¡y yo también creo que compensa! ¿Te vienes?

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

¿Te ha gustado? Dime cosas.

Entradas populares de este blog

Lo que me salvó cuando toqué fondo (y cómo empezar de cero sin fingir que estás bien)

Hay momentos en los que ni el café es capaz de arreglar la situación, ni las frases motivadoras, ni las ganas de seguir como si todo fuera normal, haciendo lo de siempre y dejándote arrastrar por la inercia de la vida.  Para algunas puede que el maquillaje sea un salvavidas para esconderse del mundo Pero yo no tengo ese recursos porque ni sé maquillarme ni suelo hacerlo y las pocas veces que me pongo rímel acabo frotándome los ojos antes de salir de casa. Pero ¿qué pasa cuando tocas fondo, pero tienes que seguir cuidando de otros, trabajando o sonriendo?  Es duro, lo sé, creo que en ese momento de lucidez en el que cuerpo y mente se alían para decirte que no puedes seguir así, que no puedes soportar más esa situación, que necesitas liberarte o escapar o gritar o cambiar de vida o desaparecer, es en ese momento cuando oyes el chasquido final en el pozo y entiendes que eso es y tiene que ser el final de tu caída. Porque funcionar en automático a veces te salva. Te ayuda a curart...

Cómo una rutina puede cambiar tu vida (aunque no lo creas)

Así es, tu rutina es más poderosa de lo que crees y tiene una cierta capacidad sanadora, aunque parezca que siempre usemos esta palabra con connotaciones peyorativas: la rutina. Es como decir "otra vez lo mismo", ¿no suena a algo así? Si tú también piensas de esta forma, vamos a ver si juntas podemos darle la vuelta a la maltrecha rutina y encontrar su utilidad práctica y funcional en tu vida. Cómo me salvó la rutina en plena pandemia Déjame contarte que, durante la pandemia, a mí me salvo la rutina y me aportó lucidez mental, estructura y propósito. Entonces descubrí los beneficios de una rutina diaria: estructura, enfoque y bienestar emocional. Porque en aquellos días encerrados en casa, además del desconcierto, los divorcios, las peleas y los insomnios estaban a la orden del día. De hecho, la simple (y no tan simple) prohibición de salir de casa, salvo en las situaciones imprescindibles (comprar y pasear al perro), nos estaba desquiciando. Primero, porque nunca habíamos vi...