No todo es maravilloso en el mundo (tono irónico). Y es que debo admitir algo que seguramente tú ya sabes, que después de los 40 se reduce considerablemente la paciencia que tenemos disponible para dedicar a las relaciones. Ya sé que me he hecho un poco la remolona con esto, pero sí, confirmo que también aplica para mí misma.
Partimos de la base de que sola se está genial y de que no hay necesidad alguna para no seguir así. Es decir, no me falta de nada en realidad. Y cambiar eso para compartir parte de mi tiempo libre con alguien... Solo sería razonable si el esfuerzo que eso me supone es proporcional o, dicho de forma, si compensa ¡o si me enamoro hasta las trancas! Pero bueno, que me refiero al esfuerzo consciente que hay que hacer para aceptar cosas "del otro" que puede que no entienda, que no comparta o que simplemente me parezcan poco coherentes.
Y creo que aquí interviene otra gran verdad: que tengo más manías de las que soy capaz de admitir. Me incomoda el desorden, la dejadez y las discusiones, mucho, sobre todo si son por chorradas o cuando me pillan en medio, aunque no me afecten de forma directa.
Supongo que para cualquiera podrían ser cosas sin importancia; una cocina que acaba manga por hombro tras preparar cualquier cosa y que permanece así hasta el infinito o los platos sucios con restos de comida sobre la mesa que se quedan ahí toda la noche. Estas cosas me incomodan, sin que pueda remediarlo. Quizás tú pienses que no pasa nada por ser descuidado alguna vez ¡te lo compro! Puedo soportar que pase eso alguna vez en la vida, incluso hacerlo yo misma, pero no como regla general.
Tampoco es fácil si coincides con alguien que no sabe cuándo dejar una discusión. Y te confirmo que he conocido a gente que disfruta discutiendo solo por el placer de discutir, que se pierden en cualquier chorrada y repiten y repiten, a pesar de que está claro que han llegado a un punto muerto ¿te suena de algo?
Cuando me pasa a mí, simplemente digo "de acuerdo" y zanjo el tema de la mejor manera que pueda. Tampoco digo que sea así como hay que hacerlo, porque quizás te parezca que así no se soluciona el conflicto, pero no siempre es fácil o posible llegar a un punto común. No sé, seguro que hay formas mejores que seguir durante horas, pero yo aún no conozco otra.
¿Podría todo esto romper una relación? Probablemente no, porque cuando te sientes feliz terminas por hacer tú misma ese tipo de cosas para evitar enfrentamientos. Lo haces porque a ti te gusta así y no te incomoda hacerlo "por el otro". Cosas como ceder, recoger la cocina o lo que sea ¡lo haces de buena gana si tienes la patata a tope de amor! Sin embargo, cuando las cosas empiezan a ir mal, esos detalles son los que suman gotitas al vaso que amenaza con desbordarse y es ahí cuando cobran mayor relevancia. Sobre todo si ese otro no ve o no aprecia esos gestos porque, francamente, le da igual tener vasos en el armario o tener que fregar un tenedor cada vez que va a comer algo.
No me gustaría ser exagerada con estas opiniones, es solo que al final se trata de costumbres que afectan al día a día y es más fácil que una incomodidad pequeña pero constante acabe molestando. Y ojo que no digo que esto sea cosa de mujeres y lo otro de hombre ¿eh? Que tengo un amigo que tuvo que enseñarle a su mujer que el bolso no se cuelga solo y que existen los cestos para la ropa sucia (dato adicional: ellos se divorciaron hace unos años). Bueno, creo que ya estoy empezando a justificarme en exceso y me voy por las ramas.
Amén del atontamiento inicial, siempre hay un punto de inflexión en la marcha normal de una pareja, ya sabes, estás conociendo a alguien y te encanta todo. Quizás ves en él cosas que otras veces no has tenido y sin querer te enamoras de ese conjunto tan nuevo y perfecto que supone ese hombre que ahora mira en tu dirección. Hacer planes juntos, querer vivir experiencias con él o enseñarle el mundo (mi mundo).
Sin duda es un momento bonito, hasta que llega ese temido punto de inflexión, de la mano de alguna cosa que no te esperabas o de una disconformidad entre ambos. Seguramente algo pequeño y sin importancia, pero se queda ahí durante unas horas, mientras valoras si te compensa o no esa pequeña excentricidad. Al menos yo creo que al principio es así ¿no? Que valoras el impacto de esa chorrada en tu relación con alguien a quien estás conociendo. Otra cosa es que fuera años después de estar juntos.
Y cuando aún anda por tu cabeza esa semillita aparece otra y otra más.
Supongo que en este punto hay dos opciones; zanjas la situación y ambos seguís con vuestras vidas por separado o valoráis (valoras) la posibilidad de arreglarlo para ambos, buscando puntos medios que os sean más cómodos, si se puede.
Un problema para mí es que me cuesta expresar esas cosas y busco formas de no herir y no incomodar, pero sin posicionarme 100 %, como moviéndome en los grises y eso hay quien lo capta a la primera y quien lo ignora sin maldad alguna, solo porque le pasa desapercibido. Es normal y posiblemente sea uno de mis talones de Aquiles, porque el famoso héroe tendría dos, pero yo tengo bastantes más.
En el fondo siempre piensas que con la edad y la madurez se suavizarán todas tus tonterías y también las de los demás, con lo que sería más fácil tener una pareja más serena y con quien acoplarse sea más sencillo, hasta que te das de bruces con la realidad y tu amor platónico está fuera de tu alcance, tu hombre ideal vive en la otra punta del mundo y el que te gusta tiene más instrucciones que una nave espacial, por ejemplo.
Pues no amigos, al menos todavía no a los 40.
A veces me acuerdo de mi matrimonio y de las cosas que no me gustaban y trato de ponerlas ahora en la parte más alta de la lista; como la relación con mi familia y esta me parece una de las más difíciles. No porque mi familia lo sea, sino por lo complicado de encontrar a alguien que sea familiar y aprecie esta relación; los momentos, las risas, las penas y las reuniones. Y yo no suelo ir todas las semanas a ver a los míos, de hecho lo normal sería una vez al mes o dos si me es posible, pero cuando estoy con ellos es para estar al 100 %. Por eso te parecerá tonto, pero si alguien me gusta de verdad siempre intento imaginarme cómo encajaría entre los míos, jugando a algún juego de mesa, haciendo bromas entre nosotros o tomando algún licor en una de esas sobremesas de charlas eternas. Para mí es importante.
Y ahora que lo pienso, lo cierto es que con voluntad todo se puede, hasta cambiar ligeramente las costumbres. ¿Te había dicho que estando enamorada se perdona todo? Pues la clave debe estar ahí, en mantener la ilusión, en trabajar cada día en las pequeñas cosas, en las sorpresas inesperadas, en las caricias, en el contacto en general... Y, cuando todo esto empieza a caer entre la pereza y la desidia, algo brusco, inesperado, algo que nos permita volver a ese momento a tope de amor y seguir adelante, construyendo.
Postdata: es obvio que la teoría ya la tengo clara.
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