No lo podemos evitar, tan mayores que somos, incluso los que tenemos ya más de 40 años, pero alguien a nuestro alrededor habla de sexo con claridad y sin tapujos y no podemos evitar soltar alguna risita. Como cuando estábamos en EGB y en Natu tocaba el tema de los órganos genitales, hasta rojos nos poníamos, riendo y mirándonos unos a otros ¡seguimos siendo niños grandes!
Lo divertido es que, quien más o quien menos, hemos hecho alguna de esas guarrerías o se nos han pasado por la cabeza, pero lo oímos en boca de otros y es como si fuera la primera vez "¡uy! ¡Qué atrevido!".
¿Cómo?
¡Y no te atrevas a quedarte seria y decir en voz alta que a ti también te gustaría! Eso es como el equivalente en los hombres de admitir que tu novia de turno te pide mucho sexo. Un tabú en toda regla.
Después está el factor "perra mala". Es una cosa que solo nos atormenta a las mujeres, pero hasta que nos atrevemos a hablar con otras mujeres. Y es que nuestro referente en la cama son los hombres, al menos para las heterosexuales (quizás las lesbianas no sufran del factor perra mala). Es con ellos con los que compartimos esos ratos y quienes nos juzgan por eso.
Los hombres nos dicen si somos unas estrechas, si somos demasiado atrevidas, si tenemos muchas o pocas ganas, si nos apetecen cosas normales o si somos unas perras malas por la cantidad de fantasías que se nos pasan por la cabeza. El problema es cuando son sus opiniones las que adoptamos como buenas.
Terminamos por sentirnos medio rarunas, como enfermas mentales, hasta que pasamos una tarde de chicas ¿y sabes qué? Que, eso que tanto te apetece hacer, para el resto es lo más común y, lo que te habían dicho que es una guarrada, lo han practicado todas menos tú.
Es muy agradable darte cuenta de que hasta la más mojigata tiene deseos sexuales y fantasías, se despierta a mitad de noche con ganas de perreo o ha probado los juguetes de moda. Una vez me comentó una amiga que estuvo en un tupper sex y llegó a su casa con una maleta llena de todo tipo de juguetes ¡dejó a su novio a cuadros! Y yo pensando que, cuando estuve en una de esas charlas, compré un huevo vibrador con mando a distancia que sigue guardado en su caja y sin estrenar.
Por eso son tan sanas las tardes de chicas y las noches y las juergas en general. Al final nos ayuda a conectar, a sentirnos más normales y a soltarnos la melena entre iguales. Es muy reconfortante tener la libertad de hablar y comportarte como te de la real gana. Algo que, a partir de los 40, también puedes hacer con el resto de personas, porque por suerte cuantos más años menos posibilidad de que nadie te juzgue. Una relación inversamente proporcional que pienso aprovechar.
En ese aspecto los hombres lo tienen más difícil, porque entre ellos son más crueles con esas cosas y prefieren limitarse a decir barbaridades, a cuál más exagerada, cuando están pasando un rato juntos. Eso y discutir sobre coches, deportes, cervezas y, si se tercia, hasta sobre política, pero solo si hay cerca a alguien a quien quieren impresionar.
Bueno, va, no quiero ser tan mala. Quizás haya hombres por ahí que tengan tanta seguridad en sí mismos que hasta se permitan algún porcentaje de sinceridad entre sus iguales.
Lo mejor es que a nosotras sí que nos cuentan lo que de verdad les pasa por la cabeza, no todo, pero sí lo que no les contarían a los amigos y eso ayuda mucho a construir dentro de una pareja, porque crea una complicidad única que ambos tenéis solo el uno con el otro. Creo que es sin duda lo más bonito de las relaciones.
Es curioso cómo somos de diferentes. Cada uno entiende su papel dentro de su contexto ¿te imaginas que fuera diferente? Si consiguiéramos liberarnos un poco de nuestros trastornos mentales mutuos...
Un hombre podría recomendar a sus amigos que le pidieran a sus chicas que les metiesen un dedo por el culo (por ejemplo) porque les encantaría, asegurándoles incluso que sabe de qué habla y ellos ¡lo tomarían en serio! (no sé si por suerte para nosotras o para nuestra desgracia). Y una mujer podría admitir que le encanta masturbarse cada día y que el cuerpo se lo pide, a veces incluso para poder concentrarse en otras cosas, sin que le pasaran discretamente el teléfono de una psicóloga sexóloga experta en ninfomanías por debajo de la mesa.
Y después de esas confesiones, que siguen dándonos risa, seguro que más de un oyente admitiría que también piensa lo mismo o también le pasa. ¿Te imaginas?
Tienes que admitir que hay muchas cosas que se te han pasado por la cabeza, pero que te ha dado vergüenza preguntar o incluso admitir. ¿No te gustaría saber si otras personas piensan lo mismo o si también les pasa lo que ti? ¿No querrías darte cuenta de que es más normal de lo que creías?
¡Vamos! Los foros sobre sexualidad están llenos de preguntas anónimas que son de primero de noviazgo. Realmente es triste que haya tanta gente incapaz de hablar claro con nadie de su entorno o incluso atormentados por dudas tan básicas y sencillas.
¿Cómo somos tan energúmenos que nos reímos unos de otros mientras escondemos tantas inseguridades? Menos mal que existen los 40 para librarse de todas esas ataduras mentales.
Eso sí, cuando más cómodo te sientes contigo mismo y tu sexualidad, cuando crees que eres una persona clara y cosmopolita, cuando te sientes liberado de tabúes y cadenas, en ese preciso momento tu pareja te contará alguna cosa que no te esperabas y tendrás que mantener la cara de póker como si te fuera la vida en ello. Porque, después de todo, ya no podrás reírte como antes, tú no. Ya has demostrado tener una mente abierta, así que tendrás que mantener el tipo mientras piensas ¡vaya tela el perro malo este!
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