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Pasando la ITV y la guerra de los sexos

Iba a dejar el título solo en la primera parte, sin añadir la conjunción ni el resto, pero he visto por las estadísticas lo mucho que te gusta que hable de cochinadas, así que decidí complacerte. Déjame decirte que, a los 6 minutos de publicar el último post (sobre las primeras y el sexo en las primeras citas), ya lo habían leído 10 personas. Pero los títulos menos picantes captan lectores de forma más escalonada... Pues aquí tienes. 

Y ahora que ya hemos desvelado los secretos internos del blog, dejemos de hablar de tripas y encarrilemos un poco el contenido.

Hoy he ido a pasar la ITV y de pronto, escuchando el proceso que iniciaba el coche que tenía delante, me puse un poco nerviosa. Hay luces en mi coche que todavía están sin estrenar, como los anti nieblas y la verdad, me preguntaba dónde los habría puesto o si se me habrían olvidado en casa. 

De repente, se me acerca la chica con el polo de uniforme y me pilla un poco de improviso ¡así, sin estudiar ni nada! Para pedirle la cartilla del vehículo y claro, aprovecho:
- Disculpa, por favor, para después para el examen ¿me podrías chivar cuál de estas dos luces son los anti nieblas?

La chica iba mal de sentido del humor, tendría la batería descargada justo en ese momento y me dijo muy seria:
- El de arriba los de delante y el de abajo los de detrás.

Luego, cuando me tocaba a mí hacer el debut, me chivó las respuestas para asegurarse de que yo no las había olvidado, así que aprobé el examen sin pegas. Aunque era ya... La enésima vez que pasaba la ITV anual con mi coche de 14 años. Supongo que hay información que se pierde en la RAM al resetear el día y nunca llega a almacenarse en el disco duro, pero si te has reído de mí te perdono.

Por otro lado, creo que si esa mujer que me atendió durante la inspección de mi coche, se sentía empoderada por haber conseguido un puesto de trabajo típicamente masculino y voy yo, la empanada de turno, a corroborar que hay algunas mujeres que no usamos los anti niebla (ni sabemos dónde están), quizás la pobre se sintió avergonzada por las de su género. Suponiendo que extrapolara mi ignorancia a todas las mujeres conductoras del mundo. Sería eso. Pobre. Siento haberte avergonzado chatina.

Seguro que te parece que estoy exagerando, pero eso es justamente lo que solemos hacer en general cada vez que vemos a un individuo fallando en algo; culpamos a todos sus congéneres por su error puntual ¡somos la bomba!

Pero no contentos con eso, en las relaciones lo hacemos peor todavía. ¿Sabes eso que comentábamos en artículos anteriores de recomendar no fiarse de nadie hasta que nos demuestre que es de fiar? Esa forma de estar tan en guardia con el mundo nos hace un flaco favor.

Me hago cargo de que puedes haber tenido una mala relación y haber sufrido por amor. Lo lamento. Pero ¿cómo te sentirías tú si te hicieran pagar algo que no tiene nada que ver contigo?

Ahora llegas a un bar y te tomas un café. Pides la cuenta y el camarero te dice que son 63,50 €. Cuando preguntas porqué él te explica que antes que tú estuvieron tres personas más comiendo en esa misma mesa, pero como se fueron sin pagar, eres tú quien tiene que asumir su cuenta. 

Es un ejemplo exagerado pero, resulta exactamente igual de injusto eso, que la desconfianza por sistema ante quien acabas de conocer. No es culpa suya que antes de él llegara un energúmeno ni tiene porqué cargar con una culpa que no le corresponde.

Estamos tan acostumbrados a decir "las mujeres esto" y "los hombres aquello" que se nos olvida conceder a las personas el beneficio de la duda y permitirnos conocerles de verdad, sin etiquetas. Hay hombres que disfrutan con los cotilleos, los recuerdan y los transmiten, incluso los hay despechados o que disfrutan comprándose ropa. Como también hay mujeres que no recurren a los recuerdos de toda la vida para reprocharte cualquier comportamiento y que no recorren 27 comercios para después quedarse los pantalones que se probaron en el primero.

Una de las cosas que a mí más me incomoda son esas etiquetas que nos clasifican en la sección 8C del almacenaje estándar de las personas comunes y fabricadas en serie, antes incluso de haber abierto la boca. Me parece la excusa perfecta para no tener nada que decir y adoptar un papel de espectadora inerte mientras la ruleta sigue su curso hasta el lugar que tenía predestinado desde el inicio, justo la casilla trucada en donde está situado el imán. 

Y no pienses que tengo intención de erigirme como un espécimen único por encima de las féminas fabricadas en serie, es que creo sinceramente que no existe tal cosa. Creo que cada una de las personas ha roto su propio molde y, si hiciéramos un examen de nosotros mismo cada 10 años, es posible que tampoco nuestras respuestas coincidieran. Yo soy yo ahora, pero nada tengo que ver con mi yo de antes ni probablemente con mi yo de dentro de un tiempo. Te diría que incluso existe un yo de los lunes, diferente del yo de los sábados ¡así de ricos somos cada uno!

Te apuesto a que a ti te pasa lo mismo y hasta puede que tengas gustos diferentes en unos y otros días.

Ahora te toca, cuéntame algo que te guste mucho hacer y que no consideres típico de tu sexo, anímate ¿qué es eso que escondes?

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