Ir al contenido principal

Hacer el gamberro a los 40 está bien visto

¡Cuánta presión para el primer día! Pero allá va.

Una de las cosas más divertidas de cumplir 40 años es que puedes hacer el gamberro et voilà ¡está bien visto! No es como cuando te montas en una atracción de feria siendo adolescente, que ya sabes que hay opciones que no debes escoger. Para que tus iguales te respeten debe ser alguna no carente de cierto peligro. Entenderás que yo fuera una inadaptada social ¡me cagaba encima con cualquier cosa!

Sin embargo, a los 40 es perfectamente lícito que subas a un castillo hinchable o que te cueles sin niño en el cine para ver una de dibujos ¿no es genial? Creo que esto debe ser lo más parecido a la evolución natural.

Podemos ser alocadas, probar suerte bajando en pijama a tirar la basura o afirmar que ¡este fin de semana voy a salir a bebérmelo todo! Sin que nadie te mire ni medio mal. Cómo me van a gustar los 40.

Aunque luego tienes esa parte que te aprieta en algún sitio del cuerpo los domingos por la noche o cuando tienes trabajo pendiente. Una especie de sensación de "mal rollo subido" que no te deja vivir hasta que te pones y haces lo que tienes que hacer. Se siente, esa pizca de responsabilidad también va en el lote.

(Prometo hacerlo corto, que es solo el primero).

Llegamos a los 40 y se nos cae por el camino el rollo ese del "qué dirán" (aunque yo confieso que lo perdí por ahí hace tiempo), que ¿qué dirán? Pues cada cual lo que quiera pero nosotros haremos lo que nos dé la gana.

Creo que los 40 son el principio de la revolución personal, el punto justo entre la cordura, la locura y los pies el cielo y en el suelo al mismo tiempo. Los hombres que todavía no estén quedándose calvos pensarán lo mismo, el resto estarán ocupados inventándose una crisis para poder comportarse irracionalmente y que les perdonemos "por la penica de verles sufrir".

¿Cuándo fue la última vez que hiciste una locura que te saliera gratis a nivel moral? Si fue hace menos de un año sin duda eres una persona genial, pero ¡pon fecha para la próxima! Para el resto ¿a qué esperas? El mundo no va a esperar por ti y el tiempo tampoco.

La vida nos vive irremediablemente; fíjate la cantidad de planes que teníamos para este mes y mira: todos encerrados en casa. Seguro que dentro de unos días salimos a los balcones a pedir a gritos gente con quien hablar ¡somos así! Pero el mes pasado le dábamos más importancia al whatsapp que a los abrazos ¡ay, qué tiempos aquellos cuando nos tocábamos libremente!

Yo te diría que todavía no he perdido la cordura, al menos en lo que a papel higiénico se refiere, pero cuando me pongo a dar vueltas por el pasillo para completar el número mínimo de pasos diarios... Ay, eso ya es otra cosa ¡serán los 40!

La verdad es que es fascinante poder decir que a veces te arrepientes de tener hijos, que el parto no es tan chuli como lo describiría un oso amoroso, que quitarse el sujetador es un placer como pocos y que todas, en algún momento de nuestra vida, hemos preferido llevar unas bragas al más puro estilo Bridget Jones.

Una cosa está clara: si tienes ya 40, más menos 10 o por ahí, te mereces expresarte sin miedo al qué dirán, decir las cosas claras cristalinas, tirar los tejos impunemente y concederte un capricho (si tiene que ver con salir se acumula hasta nueva orden).

Creas en dios, en buda, en la tierra y el agua o en la energía del universo, este mundo es para ti; te queda mucho por hacer, mucho que vivir y mil cosas que aprender ¡no te pierdas nada! Pero eso de vivir a medias se tiene que acabar.

Todos tenemos que disfrazarnos en algún momento de lo que no somos y, durante el día, medimos nuestras palabras según estemos hablando con nuestro jefe, un desconocido, el tipo que me mola, las compis de trabajo o mi abuela, pobre, que ya me ha llamado para decirme que no tiene miedo a la muerte.

Pero eso es más de Borja Vilaseca y su libro ¿qué harías si no tuvieras miedo? Mi abuela me besaría y me abrazaría hasta ponerme morada. Eso pronto: número 1 de mi lista de tareas cuando termine el encierro.

Y a ti ¿qué es lo que más te atormenta? ¿Qué es eso que no eres capaz de contar a nadie?

Es una putada reprimirse, puede que en la Edad Media fuera digno de halagar, pero ahora es una condena que nos mete peso extra en algún michelín mental hasta provocarnos arrugas adicionales. Ni hablar de esas tonterías.

Hay un inconveniente; si es algo que le tienes que decir al churri quítale peso y evita ser cruel. Intenta pensar que él también se enamoró de ti en algún momento y el hombre hace lo que buenamente puede. Hablarse claro no es herir, es ser sinceros, pero con intención de no caer en los mismos errores y ojo: si abres la caja de pandora quizás él también tenga algo que decirte a ti. Ponte antes la peli de Rocky Balboa, solo para entrenar tu capacidad de recibir esos "golpes que te da la vida" y seguir aguantando.

Bueno, esto no es un blog de auto ayuda ni na de na, así que ya corto el rollo este.

¡Feliz cuarto día de encierro! A por otro.


*Para mañana tengo en mente tres trastadas, tú eliges de cuál prefieres que hable: mi experiencia en Tinder, los hombres de mi vida (pero los lacrimógenos no ¿eh?) y cualquier barbaridad que se te ocurra.

Comentarios

Publicar un comentario

¿Te ha gustado? Dime cosas.

Entradas populares de este blog

Descubriendo la mente de una persona con trastorno de la personalidad narcisista

Es teoría, este tipo de psicopatía solo afectaba al 1 % de la población y cerca del 75 % de estas personas son hombres. Es decir, que en España teníamos a casi 500.000 personas con trastorno de la personalidad narcisista o TNP y, de ellos, unos 370.000 eran hombres, que así es más fácil verlo. No obstante, hablao en pasado porque recientes estudios confirman que este porcentaje podría estar ahora mismo entorno al 20 % ¡no me puedo creer este aumento tan significativo! Pues lo cierto es que, según parece, hasta el 50 % de ellos los podemos encontrar en empresas, en puestos directivos o como jefes/dueños/socios del negocio. Creo que esto debería ser un nuevo patrón para este perfil de psicopatías ¿no te parece? Una mayoría de hombres y la mitad en puestos de responsabilidad. Y bueno, volviendo a esos 370.000 que ya tenemos "censados", por decirlo de alguna forma y obviando supuestos más alarmantes, quizás podrías pensar que es casi como encontrar una aguja en un pajar ¿no? Meno...

Momento vital: mejorando

¡Cuántas ganas tenía de escribirte! Pero lo cierto es que ser mamá es un trabajo a tiempo completo y que te ocupa las horas como si tal cosa; empiezas con el paseo y cuando te das cuenta ya la estás acostando y así, todo rodado, los días pasan con gran velocidad. Las noches también se hacen cortas, pero no hay tiempo para pasar sueño, solo algún bostezo furtivo mientras estás haciendo otra cosa. Un poco locura. ¿Vida social? Quizás dentro de un año, mientras tanto hay demasiadas cosas que hacer. ¿Morriñas? Bueno, no puedo decir que no haya cosas que eche de menos, pero realmente no son tan necesarias y es que ahora todo parece haberse quedado en un segundo plano. Supongo que, como casi todo en la vida, es cuestión de prioridades y ahora las mías son otras.  Solo un inciso: es cierto eso de que las personas que no tienen bebés no son conscientes de la cantidad de tiempo libre de que disponen. ¡Vaya! Tú y yo teníamos muchas cosas a medias que deberíamos ir retomando ¿verdad? Mientras...

¡He sobrevivido a la maternidad! De momento

¡Vaya tela! He tenido un bebé ¡HE TENIDO UN BEBÉ! Aun así, a pesar de repetirlo, me parece mentira, si no fuera por todo lo que he sufrido, llorado y vivido en estas últimas semanas. Eso sí que es real. Eso y que ahora solo doy medios abrazos, porque siempre tengo un brazo ocupado, claro. ¿Así es la maternidad? He llorado más que en toda mi vida junta y la mayor parte de las veces ni si quiera sabía por qué lo hacía, solo era un sentimiento fantasma y profundo que no podía detener, aunque si hay algo que destacar es la soledad, la sensación infinita de soledad, de no poder explicar, de no poder verbalizar y de no poder evitar o delegar todo ese dolor. La incomprensión exterior y ese apoyo que no estaba ahí también cuentan. En el hospital, cada persona que entraba a verme era para hacerme daño, la vía, los tactos, las sondas, la epidural, la cesárea y todo eso no mejora tras dar a luz. De repente te enfrentas a una imagen frente al espejo que no reconoces; hinchada, envejecida, cansada ...