A petición popular (culpa de David) el tema de hoy va sobre el café, el alcohol y otras drogas y efectos raro. David, no sé si es por el morbo de conocer mis experiencias o por saber mi opinión al respecto así que creo que va chapa doble, ante la duda...
Debo decir que una cuarentena sin café para mí está siendo una crueldad añadida, es como si me pones a pasar la tarde con un fumador, pero además nos encierras a los dos en una habitación sellada y sin ventanas ¿es necesario? Bueno, se me ocurre un ejemplo mejor ¿sabes en la peli de 50 sombras de Grey el momento en el que él está frotándole a ella con un vibrador, pero cada vez que va a llegar al orgasmo lo quita para que no pueda? Eso sí que es una crueldad pa'matarlo muerto. Por eso la calificaron como una de las peores películas del año.
Así pasan mis horas desde que me tomé el último café. Aunque, toda digna, quise hacer ojitos al té y pasar de mi cafetera como si fuera algo escogido, que no impuesto. Inviable. El té está bueno, pero es agua sucia, hasta un mal café de hotel está más rico y eso que no uso ni azúcar ni ningún tipo de edulcorante. Yo a pelo, como los hombres. Serán los 40.
El caso es que esta tarde he recibido un email de Nespresso... (intento crear suspense)... Y decía que ellos "siguen aquí por mí", pues ¡haberlo dicho antes hombre! Después de casi llorar un rato de la emoción he cogido mi móvil rauda y veloz y he hecho un pedido a través de su app como si estuviera loca (o sin café). Y ¿sabes qué es lo más bonito? 24/48 horas. Han pasado 3 horas, 21 minutos y 13 segundos, 14, 15...
Pronto mi paja mental llegará a su clímax. Hasta me he puesto una alarma para poder descargar toda mi furia sobre ellos en caso de que se pasen un solo minuto del plazo acordado. ¡Hombre! Ya que han creado expectativas en mí, yo, tan frágil e influenciable, que las cumplan. ¡Fantástico! Y ya que estamos en tiempos difíciles, he pedido diferentes variedades, por darme el gusto.
El caso es que suelo empezar y acabar los días con energía, pero ese no es motivo suficiente para hacerle ascos a dos, tres o cuatro cafés, si salgo cinco va y si tengo descafeinado 6 o 7.
El alcohol es otro cantar (qué vicios más malos, por favor). ¿A quién no le ha apetecido, después de ver una peli con un tipo súper triunfador cocinando con una copa de vino, abrirse una botella entera? Por favor, es preciso. Vino en casa es obligatorio tener siempre.
De hecho os cuento una cosa. El otro día salí a comprar (solo he salido una vez en siete días), aprovechando que además tenía que tirar la basura, con la intención de hacer con mis cápsulas del tipo color e intensidad que fuera. Pero claro, que no caer en la hipocondría en los tiempos que corren es casi imposible y ahí iba yo, cagada a más no poder, planteándome si tocar o no la tapa del contenedor. Con el alcohol desinfectante en un bolsillo y mi tarjeta de débito en el otro.
¡Un poema! Le doy al contenedor con el pie y el cabrón se queda a mitad. Eso es la Ley de Murphy en toda regla, no podía ser de otra manera. Y claro, saco el codo y con cuidado de no vencerme hacia delante por el peso (con un pie haciendo fuera, cargando con la bolsa en una mano y estirando el codo del otro brazo), trato de coger impulso con el otro brazo para poder levantar la bolsa de basura y colarla por la ranura que quedaba libre. Yo creo que eso me convalida con algún tipo de prueba de las olimpiadas.
Más o menos lo hice, aunque terminé empujando la bolsa con las dos manos para que entrase en el contenedor (de mierda) maravilloso. Y acto seguido alcohol y desinfección total y completa de manos, lo del codo era más difícil.
Llego al supermercado y aquello parecía un escenario de guerra. En el trayecto parece que, como no tenía otra faena, capté algo de polen ambiental, maravilloso también como el puto contenedor, con lo que llegué al super casi moqueando y rascándome la nariz. A pelo, como el café, sin guantes ni mascarilla ni na.
Ojo conmigo que estaba todo el rato rascándome la nariz. Allí, en medio de todo ese caos, me sentía como el enemigo a abatir (nota mental: la próxima vez me pongo un dorsal por ambos lados que ponga que tengo alergia). Por donde pasaba se creaba el vacío a mi alrededor, el mismo que había en las estanterías: cero compresas de ningún tipo, cero productos de limpieza, cero carnes y 4 variedades de vino blanco. Aquello también fue bastante emocionante así que escogí una botella.
Cogí también mantequilla, pescado congelado, leche de almendras y jamón (esto último de milagro). Pero qué experiencia por favor, tenía tantas ganas de salir corriendo de allí... Solo deseaba no estornudar, porque si no se lía parda y no lo cuento.
Voy a pagar a toda velocidad (ni que me estuvieran cronometrando la compra) y la cajera que me ve venir rascándome la nariz se pone a desinfectar la cinta primero y me dice: "espera en esa esquina y mantén la distancia. Cuando pongas todo en la cinta vete a la otra esquina dibujando un semicírculo". ¡Vaya tela! Una neurona menos y me lo tiene que volver a explicar.
Me piro de allí volando y al llegar a casa, desde la puerta, me quito las zapatillas, me echo desinfectante por toda la ropa, le echo desinfectante a la bolsa de la compra, me pongo alcohol en las manos, dejo las zapatillas allí y me voy a la ducha. No quiero pensar en qué derivará todo esto dentro de un par de meses, parecemos Nadal antes de un lanzamiento, con 7 tics cada vez que salgamos, entremos, toquemos o nos crucemos con alguien.
Y después de la ducha, abro la botella de vino blanco y me sirvo una copa. Sobre todo para celebrar que lo que yo había ido a comprar eran bolsas de basura, café y pasta de dientes. Tenía que brindar ¡olé por mí que no di ni una! Suerte que los de Nespresso "siguen aquí por mí".
Del resto de alcoholes poco más hay que decir. Me gusta la ginebra, pero no la rosa ni los tropezones tipo puchero, la ginebra con tónica y limón exprimido, fin. Así lo creó dios y así es perfecto.
Y un poquito más fuerte... Siento debilidad por el orujo de hierbas (Rue Vieja, por ejemplo) y me encanta oler el Bourbon, sobre todo el Jack Daniels, que tiene un olor sólido que te rasca todas las vías... Un placer y hasta me lo podría beber, pero uno máximo. Palmo muy rápido.
La cerveza también está muy bien, pero mejor de trigo, porque no tiene el amargor ese final que te acompaña, aunque hay una negra que no está mal y todas esas tipo pis de gato también molan (Miller, Coronita o Sol).
Con una cerveza durante la cena yo ya me río de todo, es el arma perfecta. La última vez que asistí a una cata de vinos, menos mal que me bebí una antes de que empezara todo el rollo porque sino le hago llorar al tipo ese. Le salvó la cerveza y eso ya es como cuando hay un alud, que una vez se desata no hay narices a pararlo hasta que no termine toda su trayectoria.
El tipo de la cata se dejó la mitad del guión, sobre todo las cosas más curiosas y que más sorprenden a la gente, como oler el vino en cuanto te lo sirven y otra vez después de moverlo. Es chulo porque llama la atención el que un mismo vino pueda cambiar tanto con solo agitarlo, pero bueno, nos soltó un rollo taaaaaaaan largo e insípido la principio, que cuando llegó lo interesante le faltaba tiempo y fue ahorrando. Fíjate si ahorró que ni nos cambió la copa entre el blanco y el tinto o entre el crianza y el reserva ¡qué fuerte qué fuerte! Y decía ¿a qué os huele? Una copa rellenada y con tres posos ¡pues a vino, hombre ya! Que pruebe a hacerse rapero, que lo del vino... Como que no es lo suyo.
Ese día terminé muy perjudicada. Debió ser la única vez que he salido en mi vida y no he mirado el reloj ni una sola vez en toda la noche ¡qué impropio, casi irresponsable! Serán los 40.
(algo me dice que este va ser largo)
Yo nunca nunca nunca en mi vida he probado el tabaco ni ningún tipo de droga. El tabaco casi que por principios, porque me pasé la adolescencia gritando a mi madre porque fumaba delante de mí y era importante evitar cualquier tipo de venganza por su parte. Además de que el olor y el aliento de los fumadores es muy desagradable, pero mucho, como si tu vecino te tosiera encima ahora mismo. Asqueroso.
Lo de las drogas es otro cantar. Algunos dicen que no está mal probar algo alguna vez para ver qué se siente, pero es que mi mayor miedo en el mundo es perder el control sobre mí misma. Es así, está intrínseco en mí desde que tengo uso de razón y como he visto lo que las drogas le hacen a otra gente (vergüenza ajena nivel: no le conozco) soy incapaz de probar, por si acaso.
Muchas veces he pensado que en mí harían como una reacción extraña y me dejarían tonta para toda la vida. Cosas.
Aunque lo peor de no tomar drogas es que cuando la cagas no puedes echarles la culpa y ese inconveniente es digno de estudio, ya que a mí me pasa a menudo. Lo de cagarla. Pero tampoco es tan grave, pasas un poco de vergüenza en el momento y esperas a que se disipe, como con los pedos.
En fin, que hay que cortar el rollo ya y dejar más para otro día, que aún queda mucho por venir, por vivir y por leer.
Gracias
Debo decir que una cuarentena sin café para mí está siendo una crueldad añadida, es como si me pones a pasar la tarde con un fumador, pero además nos encierras a los dos en una habitación sellada y sin ventanas ¿es necesario? Bueno, se me ocurre un ejemplo mejor ¿sabes en la peli de 50 sombras de Grey el momento en el que él está frotándole a ella con un vibrador, pero cada vez que va a llegar al orgasmo lo quita para que no pueda? Eso sí que es una crueldad pa'matarlo muerto. Por eso la calificaron como una de las peores películas del año.
Así pasan mis horas desde que me tomé el último café. Aunque, toda digna, quise hacer ojitos al té y pasar de mi cafetera como si fuera algo escogido, que no impuesto. Inviable. El té está bueno, pero es agua sucia, hasta un mal café de hotel está más rico y eso que no uso ni azúcar ni ningún tipo de edulcorante. Yo a pelo, como los hombres. Serán los 40.
El caso es que esta tarde he recibido un email de Nespresso... (intento crear suspense)... Y decía que ellos "siguen aquí por mí", pues ¡haberlo dicho antes hombre! Después de casi llorar un rato de la emoción he cogido mi móvil rauda y veloz y he hecho un pedido a través de su app como si estuviera loca (o sin café). Y ¿sabes qué es lo más bonito? 24/48 horas. Han pasado 3 horas, 21 minutos y 13 segundos, 14, 15...
Pronto mi paja mental llegará a su clímax. Hasta me he puesto una alarma para poder descargar toda mi furia sobre ellos en caso de que se pasen un solo minuto del plazo acordado. ¡Hombre! Ya que han creado expectativas en mí, yo, tan frágil e influenciable, que las cumplan. ¡Fantástico! Y ya que estamos en tiempos difíciles, he pedido diferentes variedades, por darme el gusto.
El caso es que suelo empezar y acabar los días con energía, pero ese no es motivo suficiente para hacerle ascos a dos, tres o cuatro cafés, si salgo cinco va y si tengo descafeinado 6 o 7.
El alcohol es otro cantar (qué vicios más malos, por favor). ¿A quién no le ha apetecido, después de ver una peli con un tipo súper triunfador cocinando con una copa de vino, abrirse una botella entera? Por favor, es preciso. Vino en casa es obligatorio tener siempre.
De hecho os cuento una cosa. El otro día salí a comprar (solo he salido una vez en siete días), aprovechando que además tenía que tirar la basura, con la intención de hacer con mis cápsulas del tipo color e intensidad que fuera. Pero claro, que no caer en la hipocondría en los tiempos que corren es casi imposible y ahí iba yo, cagada a más no poder, planteándome si tocar o no la tapa del contenedor. Con el alcohol desinfectante en un bolsillo y mi tarjeta de débito en el otro.
¡Un poema! Le doy al contenedor con el pie y el cabrón se queda a mitad. Eso es la Ley de Murphy en toda regla, no podía ser de otra manera. Y claro, saco el codo y con cuidado de no vencerme hacia delante por el peso (con un pie haciendo fuera, cargando con la bolsa en una mano y estirando el codo del otro brazo), trato de coger impulso con el otro brazo para poder levantar la bolsa de basura y colarla por la ranura que quedaba libre. Yo creo que eso me convalida con algún tipo de prueba de las olimpiadas.
Más o menos lo hice, aunque terminé empujando la bolsa con las dos manos para que entrase en el contenedor (de mierda) maravilloso. Y acto seguido alcohol y desinfección total y completa de manos, lo del codo era más difícil.
Llego al supermercado y aquello parecía un escenario de guerra. En el trayecto parece que, como no tenía otra faena, capté algo de polen ambiental, maravilloso también como el puto contenedor, con lo que llegué al super casi moqueando y rascándome la nariz. A pelo, como el café, sin guantes ni mascarilla ni na.
Ojo conmigo que estaba todo el rato rascándome la nariz. Allí, en medio de todo ese caos, me sentía como el enemigo a abatir (nota mental: la próxima vez me pongo un dorsal por ambos lados que ponga que tengo alergia). Por donde pasaba se creaba el vacío a mi alrededor, el mismo que había en las estanterías: cero compresas de ningún tipo, cero productos de limpieza, cero carnes y 4 variedades de vino blanco. Aquello también fue bastante emocionante así que escogí una botella.
Cogí también mantequilla, pescado congelado, leche de almendras y jamón (esto último de milagro). Pero qué experiencia por favor, tenía tantas ganas de salir corriendo de allí... Solo deseaba no estornudar, porque si no se lía parda y no lo cuento.
Voy a pagar a toda velocidad (ni que me estuvieran cronometrando la compra) y la cajera que me ve venir rascándome la nariz se pone a desinfectar la cinta primero y me dice: "espera en esa esquina y mantén la distancia. Cuando pongas todo en la cinta vete a la otra esquina dibujando un semicírculo". ¡Vaya tela! Una neurona menos y me lo tiene que volver a explicar.
Me piro de allí volando y al llegar a casa, desde la puerta, me quito las zapatillas, me echo desinfectante por toda la ropa, le echo desinfectante a la bolsa de la compra, me pongo alcohol en las manos, dejo las zapatillas allí y me voy a la ducha. No quiero pensar en qué derivará todo esto dentro de un par de meses, parecemos Nadal antes de un lanzamiento, con 7 tics cada vez que salgamos, entremos, toquemos o nos crucemos con alguien.
Y después de la ducha, abro la botella de vino blanco y me sirvo una copa. Sobre todo para celebrar que lo que yo había ido a comprar eran bolsas de basura, café y pasta de dientes. Tenía que brindar ¡olé por mí que no di ni una! Suerte que los de Nespresso "siguen aquí por mí".
Del resto de alcoholes poco más hay que decir. Me gusta la ginebra, pero no la rosa ni los tropezones tipo puchero, la ginebra con tónica y limón exprimido, fin. Así lo creó dios y así es perfecto.
Y un poquito más fuerte... Siento debilidad por el orujo de hierbas (Rue Vieja, por ejemplo) y me encanta oler el Bourbon, sobre todo el Jack Daniels, que tiene un olor sólido que te rasca todas las vías... Un placer y hasta me lo podría beber, pero uno máximo. Palmo muy rápido.
La cerveza también está muy bien, pero mejor de trigo, porque no tiene el amargor ese final que te acompaña, aunque hay una negra que no está mal y todas esas tipo pis de gato también molan (Miller, Coronita o Sol).
Con una cerveza durante la cena yo ya me río de todo, es el arma perfecta. La última vez que asistí a una cata de vinos, menos mal que me bebí una antes de que empezara todo el rollo porque sino le hago llorar al tipo ese. Le salvó la cerveza y eso ya es como cuando hay un alud, que una vez se desata no hay narices a pararlo hasta que no termine toda su trayectoria.
El tipo de la cata se dejó la mitad del guión, sobre todo las cosas más curiosas y que más sorprenden a la gente, como oler el vino en cuanto te lo sirven y otra vez después de moverlo. Es chulo porque llama la atención el que un mismo vino pueda cambiar tanto con solo agitarlo, pero bueno, nos soltó un rollo taaaaaaaan largo e insípido la principio, que cuando llegó lo interesante le faltaba tiempo y fue ahorrando. Fíjate si ahorró que ni nos cambió la copa entre el blanco y el tinto o entre el crianza y el reserva ¡qué fuerte qué fuerte! Y decía ¿a qué os huele? Una copa rellenada y con tres posos ¡pues a vino, hombre ya! Que pruebe a hacerse rapero, que lo del vino... Como que no es lo suyo.
Ese día terminé muy perjudicada. Debió ser la única vez que he salido en mi vida y no he mirado el reloj ni una sola vez en toda la noche ¡qué impropio, casi irresponsable! Serán los 40.
(algo me dice que este va ser largo)
Yo nunca nunca nunca en mi vida he probado el tabaco ni ningún tipo de droga. El tabaco casi que por principios, porque me pasé la adolescencia gritando a mi madre porque fumaba delante de mí y era importante evitar cualquier tipo de venganza por su parte. Además de que el olor y el aliento de los fumadores es muy desagradable, pero mucho, como si tu vecino te tosiera encima ahora mismo. Asqueroso.
Lo de las drogas es otro cantar. Algunos dicen que no está mal probar algo alguna vez para ver qué se siente, pero es que mi mayor miedo en el mundo es perder el control sobre mí misma. Es así, está intrínseco en mí desde que tengo uso de razón y como he visto lo que las drogas le hacen a otra gente (vergüenza ajena nivel: no le conozco) soy incapaz de probar, por si acaso.
Muchas veces he pensado que en mí harían como una reacción extraña y me dejarían tonta para toda la vida. Cosas.
Aunque lo peor de no tomar drogas es que cuando la cagas no puedes echarles la culpa y ese inconveniente es digno de estudio, ya que a mí me pasa a menudo. Lo de cagarla. Pero tampoco es tan grave, pasas un poco de vergüenza en el momento y esperas a que se disipe, como con los pedos.
En fin, que hay que cortar el rollo ya y dejar más para otro día, que aún queda mucho por venir, por vivir y por leer.
Gracias
Yo soy más de cava, y con las drogas pienso igual que tú.. La droga máxima que he probado es un jericano..
ResponderEliminarSeguiré esperándote..
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Eliminar"Amm", ahora veo lo del jericano... jajajajaja ¡no había entrado en todo el día! Bueno, a ver qué me sale para mañana. Besitos
Eliminar���������������� Como de costumbre no has decepcionado, ¡buenísimo!. Coincido contigo en mi total aversión por el tabaco y por casi cualquier bebida alcohólica pero ¡coño! la cerveza era una de las pocas que me gustaban y ahora me va a costar la vida olvidarme de lo del pis de gato ��, mientras tanto tendré que conformarme con el gin tonic que por lo menos es transparente ����
ResponderEliminarjajajaja... No te preocupes, podemos reconciliarnos con el lúpulo y la cebada ¡en una cata de cervezaaaaaaaaaaaaaaaass!
EliminarMe alegro de que te guste, pero ¡qué nervios! Voy a preparar el de mañana. Un abrazo