¿Qué puedo decirte yo de escribir? Pues que es un refugio sí, pero muchas más cosas, porque también te ayuda a plasmar ideas, a ordenarlas, a conocer pensamientos profundos, a conectar conmigo misma, a dar formato a todo eso que llevamos dentro.
Yo empecé a escribir a los 9 o 10 años y lo hacían en un pequeño diario que me compró mi madre. Al principio era como una especie de obligación, porque ella me dijo que en los diarios había que escribir todos los días las cosas que te habían pasado, pero eso era mucho forzar ¿qué podía pasar a esa edad? Pues que el colegio fuera mejor o peor o alguna discusión esporádica con mis amigas durante el recreo.
Por eso empecé a escribir de forma más espaciada y cuando de verdad me apetecía registrar alguna experiencia. Eso enriqueció mucho mis anotaciones y contribuyó a que le cogiera el gusto, de hecho me encantaba y, aunque no conservo ninguno de aquellos diarios, yo misma le pedí otro a mi madre cuando agoté todas las páginas del primero.
Escribir un diario es una actividad muy recomendable y funcional. Puedes recurrir a ella cuando tengas un mal día, cuando te sientas inquieta o inquieto o cuando te apetezca hablar de algún suceso. Y eso también debería formar parte de tu autocuidado porque sin duda lo es.
La conexión a través de las palabras
Es normal que todos nos sintamos abrumados alguna vez, porque gestionar el día a día, con tantas interacciones y tantos intereses transversales... A veces es una locura. Pero la escritura puede ser un refugio y un puente. Porque convertimos todo ese caos en palabras, en frases, en ideas con sentido y en algo que nos sirve, que nos calma y que nos ayuda a entender lo que está pasando. Por eso a mí me encanta ser tan clara y transparente cuando escribo porque, así como leer a otras personas me ayuda y me da soporte, también quiero que mis palabras conecten contigo.
Todos tenemos ese mundo interior privado y complejo en el que existen sentimientos contradictorios, emociones sin gestionar, tabúes, zonas oscuras a las que no queremos acceder y problemas que postergamos por diversas razones, pero al ponerlos sobre el papel todo parece más insignificante de lo que pudiéramos creer en un principio, así de mágicas son las palabras. Y lo mejor es que, cuando leemos esas vivencias en otras personas nos sentimos un poco más cerca. Quizás porque también hemos tenido vivencias similares o quizás solo porque nos entendemos mejor y eso me parece muy poderoso.
Al final, somos humanos, seres sociales y si somos capaces de empatizar, sin prejuzgarnos, podemos descubrir que cada uno de nosotros enfrenta sus propias batallas, a su modo, desde ese filtro personal que le ayuda a entender el mundo y configura su significado para sí mismo. Por eso la escritura personal es tan poderosa, porque no siempre hablamos de estas cosas con las personas más cercanas (en realidad, casi nunca), pero escribir un diario nos ofrece la oportunidad de verlo desde otra perspectiva, de entenderlo o de entendernos con un poco más de compasión.
El poder de la narrativa y la reflexión
No cometas el error de creer que tu forma de ver el mundo es la única, la correcta o la universal, porque no puedes estar más equivocada o equivocado.
Estos conceptos los explico ampliamente en
mi último libro, pero sin duda es fácil entenderlos desde el sentido común, sin recurrir a estudios, fuentes de prestigio y otras referencias. Porque cada uno de nosotros lleva toda su vida expuesto a experiencias, opiniones, enseñanzas y situaciones de lo más variopintas y es gracias a todas ellas que conformamos nuestros porqués. Sin embargo, es imposible que dos personas acumulen las mismas lecciones vitales y por eso cada uno de nosotros tiene una forma diferente de entender el mundo, aunque podamos encontrar ideas comunes, siempre habrá otras que nos distanciarán, pero el hecho de escribir sobre eso, de razonar nuestras perspectivas de nuevo nos conecta.
Dentro de ese poder que cada uno poseemos, de esa capacidad de cambiar y de cambiarnos, de escoger y de moldear, son las palabras la herramienta más poderosa que poseemos.
Y me gustaría acabar con una frase inspiradora, que la tinta de tu pluma sea el bálsamo que cura y la brújula que guía en el vasto mar de las emociones, porque escribir no es solo plasmar ideas, es construir un santuario donde el alma encuentra paz y la mente claridad.
La semana que viene nos volvemos a encontrar aquí, mismo lugar, misma hora y si crees que hay alguien a quien le puede gustar o ayudar de algún modo este artículo, compártelo ¡feliz semana!
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