Ya estamos a las puertas de los 8 meses y empiezo a tener ganas de hacer cosas de "mujer" y no solo de madre. Cortarme las uñas, ducharme o lavarme los dientes requieren de estrategias de apoyo o personal de reserva y, aunque ya sé ir al baño con solo una mano, no está mal hacer algo que debería ser habitual con ciertas garantías de bienestar.
Pero sí, por si lo piensas, realmente no me importa renunciar a eso y a mucho más solo por tener a mi pequeña en brazos y verla reír y descubrir con ella todo lo que el mundo puede ofrecerle. Sin duda ser madre es un estado continuo de debate interno, pero amañado porque siempre va a ser ella la primera.
Lo cierto es que he podido comprobar la gran importancia de la emocionalidad, pero más que eso, la importancia de estar en un entorno de amor, comprensión, tranquilidad y respeto. Porque el nacimiento de un bebé trae consigo muchos altibajos emocionales y no es sino con cariño y paciencia como se solventan, en un entorno que no juzga, que no critica, que no tiene prisas ni busca atajos, que no tiene miedo y sí mucha confianza en lo que una madre es y representa para su criatura.
Y porque si llevamos dentro a nuestros retoños durante 9 meses, es innegable que nuestra unión a ellos va mucho más allá de lo físico. Además, la ciencia dice que habrá células de mi bebé en mi cerebro y mi corazón quizás durante toda mi vida y sé que ella sintió lo que yo sentía, escuchó lo que yo escuchaba y saboreó lo que yo comía. Ella ha estado en mí y ha sido yo conmigo y la conozco. Ella me escogió a mí y es la luz de mi vida y yo soy la mamá perfecta para ella.
Estoy enamorada.
Quiero que sonría, que descubra, que pruebe y que tenga la confianza de desarrollar todo su potencial. Y no dejo de leer formas de conseguir todo eso, de atenderle mejor, de darle autonomía, de permitirle explorar y explorarse. Me gustan Lucía Galán o Álvaro Bilbao, porque dan consejos desde el amor y el respeto, pero hay muchos más y lo mejor es que veo que junto a mí hay muchas otras madres aprendiendo y eso hacemos cada día, aprender, observar, acompañar, un poco desde aquel "laissez faire" de la Escuela Nueva, tan lejano en el tiempo y tan vigente.
¡Qué difícil me parecía todo esto! Pero qué bonito.
Es cierto que la vida cambia, pero cambia tanto que no se parece en nada a lo que fue. En esta etapa todo depende de los horarios; actividad - sueño y actividad - sueño. Así los días pasan rápido aunque todos traen algo nuevo y eso los hace mágicos y valiosos. ¿Podría salir más? Podría probar, pero estoy dejando que ella marque los tiempos, que diga cuándo está preparada para dar cada paso y ya vendrán otras etapas. Ahora solo hace dos siestas diarias, la tercera se la quitó ella sola, cuando llegó el momento, solo dejó de pedirla y desapareció, mientras el resto de rutinas siguieron marcando nuestra vida sin resentirse ni modificarse. Ella lo hace sencillo.
A veces me adelanto; dejo ir la imaginación y me veo llevándola a ver mil sitios y a vivir experiencias nuevas que sumar a sus descubrimientos, pero ya habrá tiempo para eso. Lo cierto es que ella es el centro de mi nueva vida y lo demás ya vendrá.
Te quiero Julia.
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