Uy... Vengo cargada de novedades!! Va, que tampoco se está tan mal a este lado del Mississippi, perdón, del Palancia.
A falta de amigos, estoy adquiriendo nuevos hábitos. Por ejemplo, he empezado en el gimnasio y llevo ya dos semanas acudiendo religiosamente y a mi hora. Lo que implica que he tenido que cambiar ciertos horarios, porque ahora me levanto a las 06:06 AM (bonito ¿verdad?).
Es que estas cosas del deporte tienen que ser a primera hora, porque entre la neblina mental de estar recién levantada y el poco margen que queda para la toma de decisiones, no me da tiempo a encontrar excusas para no ir. Así, a las 08:30 estoy puntual en la oficina y con toda la faena hecha, por lo que puede llover, tronar o hacer un día cacoso (mi eufemismo para mierdoso... Uy, yo no digo esto, que mal suena) que yo ya no me escaqueo. Y, entre tú y yo, este horario me viene genial para el tema lavadoras después de la subida de luz encubierta que nos han plantado. Por lo que, al levantarme, le doy al ON y cuando vuelvo del gimnasio tiendo la ropa y listo.
Lo más difícil ya está hecho, ahora solo falta seguir adelante.
¿Pegas? Que no llego despierta a las 11 de la noche ¡ni de coña! Ayer me acosté sobre las diez, justo cuando oscurecía (ya muerta matá), que es lo suyo y hoy a las 6:30 me he enterado de las conversaciones familiares de la hora de la cena, que por suerte no había nada urgente entre los comentarios.
Vuelvo así al horario infantil, pero necesito nuevos propósitos. El deporte es genial y actúa directamente en el autoconcepto, con lo que empiezo a sentirme más capaz y a ser más productiva. Algo que siempre va de la mano de las ganas de hacer más cosas o de poner algo nuevo en marcha o de estudiar o de lo que sea. Cualquiera diría que me ha salido anemia en la última analítica ¿qué anemia ni anemia? (tranquila mami, que ya he empezado a hierrarme, olé palabro, con pastillas).
En estas dos semanas he perdido unos 3 kilos (con 41 también se puede) y sí que se aprecia en el volumen o eso quiero pensar, lo que significa que tocará hacer en breve zafarrancho de cambio de armario y limpieza de ropa. Teniendo en cuenta que tengo un armario minúsculo y un arcón bajo la cama... Tendré que organizarme.
¿Tú compras ropa para ti en cada estación o cada año? A mí se me hace un poco bola y también, cuando voy al pueblo y veo mi armario, me siento bastante culpable por todo lo que tengo allí. Lo cierto es que hay muchas prendas casi sin usar o relativamente nuevas que, por unas cosas y otras, no me abrochan ni me entran ni me caben. ¿Sabes cuánto dinero podría suponer eso? Hace un par de años me propuse no comprarme ni una sola prenda en todo un año entero y casi lo consigo. Pero a finales de año tuve que claudicar.
Aun así trato de no dejarme arrastrar por el consumo sin sentido y soy, en general, bastante clásica y comedida vistiendo. Es lo más parecido a eso que llaman el "fondo de armario", que es esa ropa auxiliar y neutra que puedes llevar siempre o combinar con cualquier cosa; esa que no pasa de moda. Pues creo que esa es básicamente la ropa que compone mis atuendos habituales. Seguro que estarás pensando que será aburrida ¡es posible! Pero ya me planteé hace años cambiar de estilo y hacerlo poco a poco y nada, tengo fijación por la ropa sosa.
Este último fin de semana hice un poco de turismo por Alcoy, poco pero bien. Tampoco tengo prisa. Además acudí al punto de información turística y me dieron papelitos para todo lo que queda de año y con todo tipo de propuestas y actividades. Aunque yo empecé por un refugio, el conocido como de Cervantes, que se usó en la guerra civil durante los bombardeos (entre octubre de 1938 y febrero del 39).
Está muy bien conservado y tenía enfermería y letrinas, pero cuesta imagina que en ese pequeño espacio separado en cámaras abiertas por gruesos muros, llegaran a estar más de 1.100 personas acinadas y asustadas mientras caían las bombas en la superficie. Me pregunto cómo sería eso de salir fuera y ver los estragos a tu alrededor. Perderlo todo en unas pocas horas o días y manejar la perspectiva de esa incertidumbre, con la muerte acechando. Creo recordar que hubo 5 bombardeos durante esos meses. Muchos. Demasiados.
Y, bueno, a nivel gastronómico debo reconocer que Alcoy es una maravilla. Además de aquel arroz de pato desmigado y alcachofas, que quiero repetir en breve en el Mesón Maigmó, también he estado en La Pericana, Bambú, Els Ponts, Mindano y Arrels, que fue el que visité el primer día con Alexandra y alguno más que me habré dejado. Todos absolutamente exquisitos, recomendables y para volver. Esto me sorprende, porque cuando te lanzas a la aventura de probar nuevos locales, suele haber alguno que te anotas para no repetir, pero eso no ha sido así o no todavía.
En general, las personas son muy amables y agradable, tanto en hostelería como en otros comercios. Por ejemplo, mi nueva peluquera es un amor de mujer, tanto ella como su compañera. Igual que la chica de recepción del gimnasio. Quizás sea el carácter alcoyano, pero me gusta.
Sigamos. Por fin he taladrado mi casa. Al menos 7 u 8 agujeros nuevos hay en las paredes y ya tiene otro aspecto ¡me gusta! El mini armario amenazaba con fastidiarme la adaptación al piso añadiendo manías e incomodidades, pero no, de momento voy a quedarme donde estoy.
Por fin he ido al cine de nuevo. Escogí la tercera entrega de Los Warren y no porque me guste el género de terror sino por el morbo de ser una historia basada en hechos reales. Y bueno, estuvo entretenida, aunque saturante total, por el adolescente que había tras mi asiento pegando patadas al respaldo de mi butaca durante casi toda la película o los narradores improvisados de entre el público asistente que lanzaban en voz alta sus hipótesis ante los indicios de que un nuevo suceso estaba apunto de acontecer. En fin, que hay que tener paciencia porque parece que nos toca reeducarnos de nuevo.
Después de estas primeras semanas aquí me siento como empezando una vida de nuevo, no como si continuara con la mía. Es como crear una nueva construcción y empezar de cero, con la ventaja de la experiencia o las cosas que ya sé. Dejando atrás las cosas "mala", pero con el inconveniente de que también muchas cosas buenas tuvieran que quedarse. Y quiero retomar planes y ver a los amigos y a la familia y explorar y vivir nuevas aventuras y todo eso apretado en solo 4 fines de semana al mes.
Tengo que contarte que he conocido a alguien ¡y de la forma más peculiar! Te hablo del chico que estaba en alquiler antes que yo en mi piso o en el piso en el que yo vivo ahora.
Esto es la primera vez que me pasa, porque todos los pormenores o cambios de suministros los había hecho siempre con los dueños. Sin embargo, el día de la firma del contrato (16 de abril), cuando la dueña se dispuso a darme las llaves de la vivienda, faltaba la del buzón. Un pequeño contratiempo, por lo que ella supuso que su anterior inquilino debía tenerla todavía y... Me dio su teléfono, alegando que era un chico muy amable y que podía quedar con él para que me la diera porque además "trabaja muy cerca de aquí".
Pues eso, que tenía el teléfono de un tipo al que podría acusar cada vez que me encontrara algo ajeno o preguntar ante las dudas iniciales de quien estrena piso y electrodomésticos. Y no, no le llamé ni le dije nada en ese momento. En realidad pasaron día porque creo que hasta el lunes 19 no hablamos por teléfono y quedamos en concretar por la tarde tras terminar de trabajar. Y ahí empezaron los whatsapp.
Nos vimos ese mismo lunes para que me diera la pequeña llave y no pasó de mi portal, aunque parecía bastante agradable y alargamos la conversación más allá del traspaso de poderes.
Al día siguiente empecé yo la conversación, pero solo (¿solo?) por la comodidad de tener a alguien accesible a quien poder preguntarle cualquier duda sobre la nueva vivienda: "¿sabes si el lavavajillas funciona?" y tras resolver todas mis dudas: "si no es indiscreción ¿por qué te cambiaste?" y a esa pregunta le sucedieron otros trucos, comentarios y consejos sobre "ese radiador del armario", "la mesa del comedor" o "el soporte de la ducha". Todo muy práctico.
El siguiente día tocaba hablar de los suministros y "te tendré que hacer una autorización para que los pases a tu nombre". Un tema que nos llevó 2 conversaciones al menos y una hora de intercambio de mensajitos.
Un día después, el jueves, empezó él... Yo había hablado con la dueña sobre el mando de la tele, que no iba y él se interesó por este nuevo contratiempo, informado previamente por ella. Y a eso siguieron las confesiones de "ojo con tu vecina de arriba" y sus despertares activos y "¿tú también te encuentras colillas en la terraza todos los días?". Sí, parece que no había escogido la mejor finca del mundo y aún tenía que conocer varios detalles incómodos de mis vecinos, con algunas anécdotas personales intercaladas. No fue una conversación nada formal, yo creo que estaba creciendo la confianza y nos dimos las buenas noches casi 60 minutos después del primer hola. Vale, tonteo, había tonteo.
Conste que no todo el mérito fue nuestro, porque yo estaba con un suspiro de cobertura y había esperas entre preguntas y respuestas.
¿No te parece bastante simpática la situación? A todo esto, debo decirte que nacimos el mismo año, aunque él cumple los 41 en agosto. Todo muy acorde.
Ese primer fin de semana hablamos horas y a ratos, aunque creo que el domingo ya fue épico, algo así como desde las 8 de la tarde hasta las 12 de la noche ¡un despropósito para los dedos! Es lo que tienen las conversaciones digitales. Y siguieron el lunes 26... Y el martes 27 y... El miércoles 28 quedamos por primera vez para tomar una cerveza, algo distendido y fue agradable comprobar que en directo también podemos hablar sin parar de cualquier cosa y con ese "me has parecido encantadora" suyo y el "he estado muy cómoda" mío que parece que siguen estando en vigor.
No te diré su nombre, pero sí que la cosa promete.
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