Así que nos quitan la mascarilla, pero parece que también será una desescalada progresiva ¡no está mal! Para un virus respiratorio y entrando ya en julio, donde rozaremos los 40 grados... Un detallazo.
Pero para que veas que yo tengo el uso de la mascarilla interiorizado, porque lo tengo, excepto cuando se quejan las orejas por el dolor y que además la llevo todos los días en el trabajo, te cuento una anécdota de ayer. Aunque es casi más para darme una colleja.
El caso es que llevo una pulsera roja que me regaló mi amiga Elena o Helen, según el contexto, y de la que sobresalían los dos extremos, que siempre quedaban sueltos a pesar de hacerme 15 nuditos con ellos. Y como creo que no tengo mecheros en casa, le pedí a un compañero que me echara una mano. Le dije que quemara las puntitas para ver si quedaban fijas y no volvían a deshacerse los nudos. Y así, toda convencida, me pongo en sus manos. Pero como el cordón era un poquito largo, pues mi compi lo prende para que queme un poquito y apagarlo después.
Y sí, eso prendió rápido, como una mecha y cuando se estaba acabando el recorrido, nos pusimos los dos a soplar ¡y no se apagaba! Te estarás preguntando porqué pasó esto, porque LLEVÁBAMOS LA MASCARILLA PUESTA. Y ahí estábamos los dos soplando sin resultado. De hecho, si la cabeza no me hubiera hecho chispa o mis neuronas se hubieran retrasado más en conectarse ¡hubiera ardido allí a lo bonzo!
Por suerte me quité la mascarilla y conseguí apagar la llama que me amenazaba. Eso sí, nos reímos como si no hubiera un mañana.
Es curioso cómo hemos asumido ese plus de protección de la mascarilla. No todos, por supuesto, pero hay mucha gente que la ve como a un salvavidas; la diferencia entre estar protegidos de todo mal y una muerte segura. Y no hay más que ver sus reacciones en sociedad para saberlo.
- Esa gente que cuando no lleva la mascarilla (por estar tomando café u otra circunstancia) se lleva la mano a la boca para protegerse de los que tiene al lado. Como un gesto inconsciente para sentirse más seguros ¡lo he visto!
A esto anterior añado a todos aquellos que de vez en cuando contenemos la respiración y todas sus variantes.
- Las personas que dan un respingo cuando las tocas, les coges de la mano o tienen cualquier otro contacto inesperado.
- Las personas que se dejan la mascarilla colgando de la oreja y se la colocan tras cada bocado o cada sorbo.
Y bueno, los hipocondríacos, los temerosos de dios y muchos más. Dime que no te has asustado si hace unos meses un niño o adulto de fuera de tu círculo te ha dado la mano.
Realmente cuesta un poco recordar cómo estábamos hace dos años (aunque muchas veces me salga decir uno, son dos) y dónde nos encontramos ahora. Después de renegar, de buscar culpables y de quejarnos por los rincones, resulta que sí, que la mascarilla ha sido aceptada por un grueso nada desdeñable de personas e incluso está cumpliendo un papel reconfortante para muchas de ellas.
Sin duda porque, aunque no queramos admitirlo, este virus extraño nos ha afectado más allá de lo incuestionable. Ha hecho que aflore nuestra sensación de fragilidad y muchos conceptos asociados a la propia socialización y que muestran la parte más negativa de esta.
Y ahora empiezan las especulaciones, porque mira que nos gusta darle vueltas a la perdiz; que si el año próximo nos tendrán que repetir la vacuna, que si dentro de unos años seremos más frágiles de cara a nuevos virus y bacterias, que si esta o aquella mutación...
Son como ganas de seguir así, metidos en la bola como hasta ahora, en esta bola que nos abdujo hace ya más de dos años.
Yo creo que nunca había sido tan imperativo el vivir en el presente y con plena consciencia. Por supuesto, esto es solo mi opinión. Además, te recuerdo que llevo más de dos años sin ver tele normal; sin noticias ni programas ni opiniones de nadie más, quitando algo de información que me llega de la prensa escrita.
Por otro lado, supongo que todos hemos tenido nuestros "y si...", ya sabes, esas precauciones raras que a veces tenemos por si acaso suena la flauta y acertamos con nuestras predicciones de lo que podría pasar a futuros. Pues tengo la impresión de cada vez vivimos más en esos "ysis". ¿Tú crees que ahora eres más precavida? ¿Crees que te cuesta más tomar decisiones o que te piensas más las cosas?
¿O te pasa justo lo contrario y en vista de la incertidumbre del mañana, te lanzas a cualquier cosa sin pararte a pensar?
Vale, ya lo sé, entre los dos extremos podría encontrarse el grueso de la población humana. Pero lo que quiero decir es que se desdibujan los puntos medios y es como estar perdiendo un poco la razón o la calma. ¿Te parece que somos más impacientes? Yo creo que sí.
Y si tuviera que destacar algo especialmente bueno de todo esto es que, me da la impresión, de que ahora apreciamos más las cosas verdaderamente importantes (como la familia, los amigos, el tiempo libre y otros pequeños placeres) y trivializamos más las cosas que no lo son tanto (como el aspecto, los kilos de más, la ropa o lo material en general). "Por fin Victor Kuppers puede darse por satisfecho" y con esto me quedo.
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