Las primeras citas pueden ser algo genial u horrible, más o menos como el sexo en las primeras citas. Una ruleta rusa en toda regla. Aunque no muy diferentes de las segundas o las terceras. Todo esto suponiendo que no estemos amenazados por un virus que planea extinguir por completo a la humanidad.
El coronavirus debería ser como Keanu Reeves en "Ultimatum a la Tierra" (2008), es decir, arrepentirse al final y sacrificarse a sí mismo para desaparecer y salvarnos a todos. Pero claro, para eso debería vivir ese arrepentimiento humano de quien le ve las orejas al lobo y de repente es capaz reciclar cada día, ser respetuoso con todos y usar siempre las papeleras. Keanu por favor, danos otra oportunidad, esta no valía.
Voy a decirte algo que ya sabrás si eres lector de mi blog: los hombres se lo montan fatal en la cama por lo general. Y otra gran verdad: nosotras tampoco somos mucho mejores.
El juego del tonteo es lo peor. Esos momentos en los que te sientes atraída por todo su ser, pero no te atreves a decirlo y él tampoco quiere parecer pesado y espera tres días al menos para tratar de volver a quedar contigo. Tiempo en el que ambos estáis en casa alimentando vuestras expectativas mientras practicáis el amor propio... Como monos. Esas expectativas son un auténtico castigo de tu mente, que odia a tu cuerpo y le envía señales e ideas de lo que sentirá y cómo será esa primera experiencia.
Advertencia: no te dejes nunca llevar por tu mente. Tu imaginación es el enemigo de las relaciones.
Por eso, cuando llega el sexo y tu cuerpo está preparado para llevar a la práctica todas esas fantásticas sensaciones recreadas los días anteriores, el chatín de turno no tiene nada que hacer para que pases una noche estupenda. Él no sabe nada de tu cuerpo ni lo conoce y, por otro lado, está también pasando su propio calvario personal del "quedar bien" contigo. Algo horrible. Una especie de obligación muy masculina de los hombres que todavía quieren a las mujeres y pretender "cumplir como es debido" y hacerte pasar un rato que los encumbre como sementales con los que vale la pena repetir y de los que se contarán sus hazañas. Quizás ni si quiera consiga mantener la erección.
Al final pesan más nuestras propias presiones particulares y acaba siendo un desastre total y si tienes unos kilos de más ya ni te cuento. Porque estarás tan preocupada por ponerte así o asá, para que no te vea desde este ángulo o no toque el tercer michelín empezando por la izquierda. Así que olvídate.
Si lo piensas, es mucho mejor darse las buenas noches o chocar esos cinco y seguir con el individualismo ese como monos. Lo que me recuerda al episodio de Sexo en Nueva York en el que Charlotte (Kristin Davis) descubre el fantástico mundo de los vibradores con cabeza de conejito exterior para el clítoris y se vuelve adicta a los onanismos, hasta el punto de dejar de salir incluso con sus amigas. Eso estaba mal en ese contexto y lo solucionaron confiscándole el pene eléctrico (pobre), pero dado el aislamiento social que sufrimos, esa es justo una de las adicciones perfectas ¿no? El nuevo hobby de moda en tiempos del Covid 19.
Ahondemos en los trapos sucios entre mujeres y hombres, sobre todo desde mi perspectiva, claro. Aunque recuerda que eres libre de dejar la tuya en los comentarios.
Más confesiones: los besos son muy importantes. Es más difícil perdonar un mal beso que un mal polvo.
Suponiendo que pudiéramos tocarnos y salir con gente. En las primeras citas una mujer (yo) espera unos dientes limpios y mínimamente cuidados, por si llega ese momento precioso de despedirse con un beso de aprobación, suave y agradable. Pero, según sea de agradable ese beso habrá o no una segunda cita. Así, sin presiones.
El momento de ser exigente es ese, al principio, cuando le acabas de conocer y olvidarle será solo cuestión de horas. Y, por cierto, si pasados esos dos o tres días de margen no te llama, es que ya eres historia.
Como ya hemos hablado de las primeras citas, creo que es el momento de pasar a las segundas, suponiendo que ese tema del beso esté superado. Aquí son obligatorios los refuerzos, pero hacia ambos lados. Los dos tenemos miedo, nos sentimos inseguros y estamos expuestos, al rechazo. En esos primeros momentos nunca sabes si al tirarte a la piscina habrá agua o no.
Existe la falsa creencia de que la persona que parece más segura de los dos es quien lleva las riendas, es decir, el que más controla. Pero eso no tiene porqué ser así. Todos actuamos de formas diferentes cuando estamos nerviosos; algunos lo esconden tras una capa de fortaleza (un espejismo), a otros nos da por reírnos por todo (doy fe) y los hay que hablan sin parar (bueno, doy fe en los tres casos, me pasan indistintamente). Supongo que solo son formas de auto protección, aunque en realidad, lo normal es que los dos estemos en igualdad de condiciones.
¿Sabes? Visto así, desde fuera, casi te diría que tienen un toque muy tierno y divertido esas primeras citas, pero, como siempre, son solo expectativas mentales que empiezan a formarse en mi cabeza, así que lo dejo aquí, antes de caer en sus redes.
Vivimos tiempos difíciles 💋💋
ResponderEliminarEsto ya pasaba antes, quizás siempre, solo que no había tanta "oferta de consolación".
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