Ir al contenido principal

Los hombres son un desastre, pero las mujeres también

Así es, tampoco estoy descubriendo América: los hombres son un desastre total, aunque no peor que nosotras. Parece que a todos nos gusta un término medio entre tener y no tener pareja ¿no te pasa? Poder disfrutar de lo mejor de ambas situaciones en la justa medida para no saturarse de ninguna de ellas ¡qué bueno sería!

Y es que a los 40 valoras otras cosas. Dormir solo y en aspa es perfecto y no tiene rival, aunque 10 minutos de cucharita previa se agradecen (excepto en verano, claro), pero 11 minutos quizás ya serían excesivos. 

Con los años te acostumbras a un microclima controlado; tener los calcetines aquí, las cremas allí o colocar los cojines de determinada manera. Eso está bien cuando nos aporta seguridad y no tan bien cuando cualquiera que altere nuestro ecosistema nos parece una amenaza.

Dejar entrar a otra persona en nuestro espacio es complicado y cada vez más. Sobre todo porque esa persona también dispone de su propio ecosistema y eso supone ceder el control y estar dispuesto a perder un poco de lo que nos aportaba seguridad para sustituirlo por cierta incertidumbre.

Nada se va a mover o va a cambiar a menos que tú lo hagas, pero cuando tienes pareja eso ya no es así. No significa que no puedas entrar y salir, mantener a tus amigos o tus hobbies, pero sí que habrá parte de tu tiempo que ahora será compartido y eso implica estar dispuesto a ceder espacio, control y, de nuevo, seguridad. Esa que antes suponía el que todo dependiera únicamente de nuestras decisiones de las tuyas.

Y el error número uno es creer que la otra personas no se encuentra en nuestra misma situación o presuponer en lugar de preguntar.

Creo que una de las cosas más rancias y fuera de lugar hoy en día es seguir pensando que los estereotipos están en vigor; que los hombres son así y las mujeres asá. No me digas que nunca has conocido a hombres cotillas, celosos o complicados, a hombres airados y vengativos y todo lo contrario. Yo a tantos como mujeres y también todo lo contrario.

Imagina poder borrar todo eso, olvidar si te hicieron tal o cual cosa antes, aparcar tus relaciones anteriores y simplemente conocer a alguien nuevo, sin más. Disfrutar de cada descubrimiento y no dar nada por sentado. ¿Imaginas confiar al 100 % en alguien desde el principio?

Ante la Ley todos somos inocentes hasta que se demuestre lo contrario ¿por qué no podemos aplicarlo también a las relaciones?

No sabes la cantidad de energía que se malgasta estando siempre alerta; vigilando los gestos, protegiéndonos, buscando indicios, vigilando su entorno y a sus amistades, observando su relación con el móvil... Es horrible vivir así, pero en el otro lado tampoco se está mejor. Imagina la sensación de tu pareja si no puede actuar con libertad para que no te enfades por cualquier detalle que pasó por alto sin querer.

Deberíamos pensar qué tipo de relación queremos tener y expresarlo abiertamente ¡sin miedo! Porque hay algo que debemos tener claro desde el primer minuto: solo podemos estar seguros de nosotros mismos, el resto siempre va a plantearnos incertidumbres. 

¿Podría salir cara si tiras una moneda al suelo? Sí, pero podría salir cruz también. Tú puedes escoger quedarte con lo que tienes, seguir tranquilo en tu mundo y no tirar la moneda, así no te equivocarás y nadie te dañará. Aunque, si decides tirarla, también debes estar preparado para cualquier cosa, porque no sabes lo que va a pasar. Podría salir bien o mal, tu pareja podría putearte o podrías ser tú quien fallara, no lo sabes, no lo puedes saber. Puedes poner de tu parte para que salga bien o no y la otra personas puede hacer lo mismo, pero ambos partís de la incertidumbre y ambos tomáis la decisión.

Las aplicaciones como Tinder nos protegen de los fracasos, nos escondes detrás de barreras que evitan una exposición excesiva ante los rechazos. Yo tengo un perfil y todos los días habrá gente que lo rechazará, que verá mi imagen, lo que escribo, mi edad o dónde vivo y cualquiera de esas variables le llevará a rechazarme. Por suerte, aunque sea algo que suceda constantemente, no es algo que yo tenga que vivir, de eso me protege la app, pero que yo no lo sepa no significa que no pase.

A veces estamos demasiado protegidos de todo y nos olvidamos cómo es enfrentarse a la realidad. Incluso nos alejamos para evitar esa realidad o dejamos antes de ser dejados. 

Mi ex pareja pensaba que yo le dejaría cada vez que discutíamos por cualquier cosa. Se ofuscaba, se enfadaba, se ponía a la defensiva y las discusiones no nos llevaban a ningún sitio. Él me decía "¿entonces lo dejamos?". Y cuando yo le decía que no, que no lo había pensado, se quedaba desconcertado. Yo solo quería llegar a un acuerdo porque algo me estaba incomodando o cabreando directamente. Seguro que yo tampoco lo hacía bien, aunque no tenía intención de dejarle, al menos hasta que llegamos a un punto muerto, un problema que no pudimos arreglar. Ese día no quise discutir, ya no tenía sentido, solo sabía que ya no habría un después tras ese bache. 

Nos protegemos demasiado. Nos ponemos en guardia y no sabemos construir juntos, no sabemos avanzar ante los problemas porque tiramos la toalla en cuanto se pone raro y lo que no sabemos es que eso pasará sí o sí tarde o temprano.

Todos somos cautos al principio. No es lo normal empezar a conocer a alguien ofreciéndole nuestra peor cara, sino al contrario. Le contamos las cosas buenas, lo que nos gusta, la parte bonita de nuestra vida y todo lo light que se nos pase por la cabeza. Y cuando empezamos a relajarnos y a sentirnos cómodos con la otra persona es cuando aflora el resto. No me refiero solo a un pedo sin querer en la habitación, sino a manías, comentarios sin maquillaje y todo tipo de confianzas.

Descubrimos en el otro esos pequeños detalles que nos va mostrando. Algunos no tienen importancia, otros son tolerables y llegan los que nos incomodan. Ese es el momento de pensar si nos compensan unos con otros y si son detalles que deberíamos comentar.

Hablar las cosas siempre es buena idea, tratando de no herir los sentimientos. A veces son cosas que hacemos inconscientemente y que a la otra persona le molestan. En ese caso podríamos tratar de evitarlo, pero cuando nos comunicamos con el otro es cuando empezamos a construir. Además, le permitimos hacer el mismo balance que hacemos nosotros y valorar también si le compensa quedarse.

Eso sí, cuando comentas algo que a ti te incomoda, debes estar dispuesto a que tu pareja te pueda decir lo que le incomoda también. Si no es así mejor cállate.

Aun así es muy bonito conocer gente, pero de verdad, me refiero a cara a cara. Ver cómo expresan sus nervios y cómo se desenvuelven cuando no les gustan, cuando intentan zafarse o cuando tratan de impresionarte. Es muy bonito.

Y lo mejor es que lo complicamos sin motivo. ¿Tú qué opinas?

Comentarios

Entradas populares de este blog

Descubriendo la mente de una persona con trastorno de la personalidad narcisista

Es teoría, este tipo de psicopatía solo afectaba al 1 % de la población y cerca del 75 % de estas personas son hombres. Es decir, que en España teníamos a casi 500.000 personas con trastorno de la personalidad narcisista o TNP y, de ellos, unos 370.000 eran hombres, que así es más fácil verlo. No obstante, hablao en pasado porque recientes estudios confirman que este porcentaje podría estar ahora mismo entorno al 20 % ¡no me puedo creer este aumento tan significativo! Pues lo cierto es que, según parece, hasta el 50 % de ellos los podemos encontrar en empresas, en puestos directivos o como jefes/dueños/socios del negocio. Creo que esto debería ser un nuevo patrón para este perfil de psicopatías ¿no te parece? Una mayoría de hombres y la mitad en puestos de responsabilidad. Y bueno, volviendo a esos 370.000 que ya tenemos "censados", por decirlo de alguna forma y obviando supuestos más alarmantes, quizás podrías pensar que es casi como encontrar una aguja en un pajar ¿no? Meno...

Momento vital: mejorando

¡Cuántas ganas tenía de escribirte! Pero lo cierto es que ser mamá es un trabajo a tiempo completo y que te ocupa las horas como si tal cosa; empiezas con el paseo y cuando te das cuenta ya la estás acostando y así, todo rodado, los días pasan con gran velocidad. Las noches también se hacen cortas, pero no hay tiempo para pasar sueño, solo algún bostezo furtivo mientras estás haciendo otra cosa. Un poco locura. ¿Vida social? Quizás dentro de un año, mientras tanto hay demasiadas cosas que hacer. ¿Morriñas? Bueno, no puedo decir que no haya cosas que eche de menos, pero realmente no son tan necesarias y es que ahora todo parece haberse quedado en un segundo plano. Supongo que, como casi todo en la vida, es cuestión de prioridades y ahora las mías son otras.  Solo un inciso: es cierto eso de que las personas que no tienen bebés no son conscientes de la cantidad de tiempo libre de que disponen. ¡Vaya! Tú y yo teníamos muchas cosas a medias que deberíamos ir retomando ¿verdad? Mientras...

¡He sobrevivido a la maternidad! De momento

¡Vaya tela! He tenido un bebé ¡HE TENIDO UN BEBÉ! Aun así, a pesar de repetirlo, me parece mentira, si no fuera por todo lo que he sufrido, llorado y vivido en estas últimas semanas. Eso sí que es real. Eso y que ahora solo doy medios abrazos, porque siempre tengo un brazo ocupado, claro. ¿Así es la maternidad? He llorado más que en toda mi vida junta y la mayor parte de las veces ni si quiera sabía por qué lo hacía, solo era un sentimiento fantasma y profundo que no podía detener, aunque si hay algo que destacar es la soledad, la sensación infinita de soledad, de no poder explicar, de no poder verbalizar y de no poder evitar o delegar todo ese dolor. La incomprensión exterior y ese apoyo que no estaba ahí también cuentan. En el hospital, cada persona que entraba a verme era para hacerme daño, la vía, los tactos, las sondas, la epidural, la cesárea y todo eso no mejora tras dar a luz. De repente te enfrentas a una imagen frente al espejo que no reconoces; hinchada, envejecida, cansada ...