Estamos ya en el día número 44 desde que empezó el encierro y sin duda hoy toca hablar de viajes, porque cada vez la mente tiene más ganas de escaparse de aquí.
La verdad es que no recuerdo cuál fue mi primer viaje en avión, así que supongo que no debió ser muy impactante, pero sí lo han sido los destinos y creo que volvería sin dudar a todos ellos. Seguramente no respete el orden de visita, aun así haré un intento.
Una Nochevieja, hace más de 15 años, la pasé en Tenerife. Fue raro, subir al avión tan abrigada y con toda esa ropa y en poco más de una hora estar rodeada de personas en manga corta y bajo el sol. El hotel era francamente precioso, como una gran jardín, con spa y un centro de masajes muy agradable.
Aunque lo de verdad era curioso era el paisaje. Es cierto que las playas eran muy bonitas y agradables, pero salías en coche y te apartabas un poco y todo cambiaba. De repente parecías estar dentro de un decorado propio de cualquier lejano planeta de Star Wars o entre las arenas de Marte. Era una zona mágica y muy rica.
Probé esas salsas tan ricas que hace allí ¿cómo las llaman, mojos? No sé, estaban muy buenas. Y llamaba la atención que allí los camareros pudieran hablar en alemán, francés o español según a qué mesa se estuvieran dirigiendo. Por otro lado, sorprenden las extensas tierras llenas de palmeras cargadas de plátanos.
En el hotel se encargaron de sentarnos con personas con las que pudiéramos tener algo en común para la cena del 31 de diciembre y fue muy divertido hablar entre nosotros. Fue una gran fiesta, con risas, baile y un entorno de película.
Otro viaje chulo fue el de Egipto. Creo que los destinos que más me gustan son los más diferentes a todo lo que conozco, por eso Marruecos, Egipto o Jerusalén me sedujeron tantísimo.
A Egipto no quería ir con prisas y me habían dicho que en los viajes de una semana debes escoger entre ver lo más esencial o dormir, así que aposté por el de 12 días y fue todo un acierto. Al llegar nos embarcaron de crucero por el Nilo una semana, con salida y vuelta hasta Asuán y allí cogeríamos un avión a El Cairo para terminar el viaje 5 noches más en un precioso hotel.
El barco, bueno, no era como los de MSC, pero no estaba mal. Todo enmoquetado, con grandes salones y mucha luz. La habitación era acogedora y tenía uno de esos ojos de buey para poder ver el mar. En la parte más alta había cafeterías y una piscina.
Todos los días teníamos alguna excursión, creo recordar, pero los turistas que hacían el viaje corto salían mucho más temprano para ver todo en un día y nosotros íbamos más tranquilos, podíamos pasear y hacer compras y pasábamos más tiempo en cada una de las visitas.
Hay templos que son absolutamente sorprendentes, como el Karnak, Abu Simbel o Komo Ombo, quizás me cuele con algún nombre. Ramsés II parecía un faraón muy querido, quizás por su longevidad o por ser más reciente que otros. Aunque él se encargó de facilitar las cosas con todo el legado que dejó tras de sí en forma de estatuas.
Las tumbas del Valle de los Reyes son fantásticas, con todos esos dibujos tan precisos, esa gran dedicación y los intentos por confundir a los bandidos con todo tipo de engaños. Estar allí dentro, donde otros estuvieron varios miles de años antes, pisar ese suelo, colarse en la historia... Egipto enamora.
Me quedaba mirando cada uno de los dibujos tallados en piedra de arriba hasta abajo muro tras muro y por todas las estancias en las que me permitían colarme. Toqué todas las piedras que pude cada vez que no miraban (no te chives) y estaba absolutamente encantada de haber podido ver y vivir todo aquello.
Allí estábamos a 43º a la sombra y confieso que lo llevé estupendamente, incluso tuve molestias en la garganta (las anginas) durante 2 o 3 días, nada importante. Cuando entrábamos en los comercios nos recibían con té hirviendo y si te lo tomabas en seguida, dejabas de sudar en el acto ¡estaba muy bueno!
El templo de la reina faraón Hatsetsup era uno de los más diferentes. Ocupaba una gran explanada y no se alzaba tan alto como el resto, pero apenas pudimos adentrarnos en él ¡una pena!
Las pirámides fueron de las últimas paradas que hicimos. Por cierto, entrar a la pirámide de Gizah no es como puedas imaginar. Se trata de un pasadizo angosto y resbaladizo que baja hasta una pequeña estancia. Casi parece que te hayas adentrado en las entrañas de la tierra.
Pensé ¿de verdad que han construido algo tan grandísimo, majestuoso y misterioso solo para acabar en un pequeño habitáculo húmedo y carente de adorno alguno? Aunque claro, los egipcios son tan recelosos de sus misterios que apenas permiten explorar el resto de oquedades que ciertos radares específicos detectan que esconde todavía esa gran construcción.
Y la esfinge es preciosa, pero en cuanto puedes contemplarla más de cerca descubres todas sus incongruencias y desproporciones ¡por favor contadnos las cosas! ¡Quiero enterarme antes de morir de todos los por qué posibles!
El hotel en El Cairo era un paraíso con una gran piscina sinuosa que lo recorría todo y con las habitaciones a modo de islas al rededor. Al llegar había una pareja casándose por los jardines junto a la piscina, una pareja de allí. A ella solo se le veía la cara y las manos, pero iba muy bonita. Ambos estaban sentados en grandes sillas sobre el escenario mientras los invitados disfrutaban de un buffet libre.
Y bueno, lo mejor de allí fue el museo de El Cairo y todas sus maravillas, además de la gran mezquita y la arquitectura. En El Cairo conviven varias religiones y, pese a todo, es un lugar bastante respetuoso y cosmopolita. Hace unos años el museo fue asaltado y medio destrozado, quizás lo viste en las noticias y ahora están a punto de inaugurar las nuevas y majestuosas instalaciones, mucho más grandes y modernas. Así que espero volver algún día a repetir este viaje y visitar el nuevo museo.
En Praga bebí más cerveza que nunca en mi vida. Lo curioso es que no se me subía a la cabeza como normalmente pasa. Las jarras de medio litro volaban y había locales muy pintorescos, como La Cueva de la Araña. El gran palacio, el teatro negro, la casa que baila o ese gran puente, además del magnífico reloj astronómico. Praga es un lugar perfecto para perderse y también literalmente, porque el callejero es imposible. Todas esas callejuelas enrevesadas ¡no hay ninguna que vaya a parar donde debería! Pero pasar el día recorriéndolas todas fue genial.
Quizás no todos eran demasiado hospitalarios y en el centro había varios locales que no recibían a los extranjeros de buena gana. Si vas los conocerás porque aun estando vacíos te dicen que está todo reservado. Pero créeme que no te aguarán el viaje ni un poquito.
Irlanda es verde y está tomado por dos bandos; de un lado las vacas y en el otro las ovejas, pero sus pueblos son encantadores. Posiblemente allí pruebes la leche más rica del mundo, sin duda te hará plantearte qué es lo que nos venden aquí los comercios. La leche, la mantequilla y el pan de molde son manjares incomparables a todo lo conocido, así que no te quiero ni contar todo lo que venden en las preciosas pastelerías o sus famosos scouns con mantequilla y mermelada ¡pero qué ganas de volver a comer uno de esos!
En Dublín visitar el parque principal o tomar una cerveza en el Temple Bar es obligatorio, pero hay mucho más que descubrir, además de algunos de los monumentos más antiguos conocidos.
Allí está el castillo en el que se rodó Brave Heart o otros grandes castillos y abadías que es un placer visitar. Y me encantaron todos sus pequeños cementerios antiguos, junto a iglesias también pequeñas y oscurecidas. Eran lugares muy bonitos, algunos entre árboles, pero todos perfectos. Pasé más de tres semanas allí y me empapé todo lo que pude, aunque lo más triste fue ver los centros de las poblaciones con tantos comercios cerrados por la crisis. Espero que ya hayan tenido otras vidas después de aquello.
Túnez también es un lugar que repetiría ya. Allí había zonas tipo cementerios así sin más en medio de la nada y con todas las tumbas pintadas con cal. Resultaba muy curioso. Esos desiertos, los oasis, las personas que siguen viviendo en cuevas excavadas en roca, los olores a especias de los zocos, el té o las magníficas ruinas del anfiteatro.
Los hoteles costeros eran bastante poco interesantes, muy europeos y con playas privadas y de acceso restringido, para poder hacer lo que solemos hacer por aquí en las playas, excepto el top less, claro.
Posiblemente viajar sea una de las cosas más apasionantes y espero que poco a poco podamos recuperarla. ¿Cuál te gustaría que fuera tu siguiente destino?
La verdad es que no recuerdo cuál fue mi primer viaje en avión, así que supongo que no debió ser muy impactante, pero sí lo han sido los destinos y creo que volvería sin dudar a todos ellos. Seguramente no respete el orden de visita, aun así haré un intento.
Una Nochevieja, hace más de 15 años, la pasé en Tenerife. Fue raro, subir al avión tan abrigada y con toda esa ropa y en poco más de una hora estar rodeada de personas en manga corta y bajo el sol. El hotel era francamente precioso, como una gran jardín, con spa y un centro de masajes muy agradable.
Aunque lo de verdad era curioso era el paisaje. Es cierto que las playas eran muy bonitas y agradables, pero salías en coche y te apartabas un poco y todo cambiaba. De repente parecías estar dentro de un decorado propio de cualquier lejano planeta de Star Wars o entre las arenas de Marte. Era una zona mágica y muy rica.
Probé esas salsas tan ricas que hace allí ¿cómo las llaman, mojos? No sé, estaban muy buenas. Y llamaba la atención que allí los camareros pudieran hablar en alemán, francés o español según a qué mesa se estuvieran dirigiendo. Por otro lado, sorprenden las extensas tierras llenas de palmeras cargadas de plátanos.
En el hotel se encargaron de sentarnos con personas con las que pudiéramos tener algo en común para la cena del 31 de diciembre y fue muy divertido hablar entre nosotros. Fue una gran fiesta, con risas, baile y un entorno de película.
Otro viaje chulo fue el de Egipto. Creo que los destinos que más me gustan son los más diferentes a todo lo que conozco, por eso Marruecos, Egipto o Jerusalén me sedujeron tantísimo.
A Egipto no quería ir con prisas y me habían dicho que en los viajes de una semana debes escoger entre ver lo más esencial o dormir, así que aposté por el de 12 días y fue todo un acierto. Al llegar nos embarcaron de crucero por el Nilo una semana, con salida y vuelta hasta Asuán y allí cogeríamos un avión a El Cairo para terminar el viaje 5 noches más en un precioso hotel.
El barco, bueno, no era como los de MSC, pero no estaba mal. Todo enmoquetado, con grandes salones y mucha luz. La habitación era acogedora y tenía uno de esos ojos de buey para poder ver el mar. En la parte más alta había cafeterías y una piscina.
Todos los días teníamos alguna excursión, creo recordar, pero los turistas que hacían el viaje corto salían mucho más temprano para ver todo en un día y nosotros íbamos más tranquilos, podíamos pasear y hacer compras y pasábamos más tiempo en cada una de las visitas.
Hay templos que son absolutamente sorprendentes, como el Karnak, Abu Simbel o Komo Ombo, quizás me cuele con algún nombre. Ramsés II parecía un faraón muy querido, quizás por su longevidad o por ser más reciente que otros. Aunque él se encargó de facilitar las cosas con todo el legado que dejó tras de sí en forma de estatuas.
Las tumbas del Valle de los Reyes son fantásticas, con todos esos dibujos tan precisos, esa gran dedicación y los intentos por confundir a los bandidos con todo tipo de engaños. Estar allí dentro, donde otros estuvieron varios miles de años antes, pisar ese suelo, colarse en la historia... Egipto enamora.
Me quedaba mirando cada uno de los dibujos tallados en piedra de arriba hasta abajo muro tras muro y por todas las estancias en las que me permitían colarme. Toqué todas las piedras que pude cada vez que no miraban (no te chives) y estaba absolutamente encantada de haber podido ver y vivir todo aquello.
Allí estábamos a 43º a la sombra y confieso que lo llevé estupendamente, incluso tuve molestias en la garganta (las anginas) durante 2 o 3 días, nada importante. Cuando entrábamos en los comercios nos recibían con té hirviendo y si te lo tomabas en seguida, dejabas de sudar en el acto ¡estaba muy bueno!
El templo de la reina faraón Hatsetsup era uno de los más diferentes. Ocupaba una gran explanada y no se alzaba tan alto como el resto, pero apenas pudimos adentrarnos en él ¡una pena!
Las pirámides fueron de las últimas paradas que hicimos. Por cierto, entrar a la pirámide de Gizah no es como puedas imaginar. Se trata de un pasadizo angosto y resbaladizo que baja hasta una pequeña estancia. Casi parece que te hayas adentrado en las entrañas de la tierra.
Pensé ¿de verdad que han construido algo tan grandísimo, majestuoso y misterioso solo para acabar en un pequeño habitáculo húmedo y carente de adorno alguno? Aunque claro, los egipcios son tan recelosos de sus misterios que apenas permiten explorar el resto de oquedades que ciertos radares específicos detectan que esconde todavía esa gran construcción.
Y la esfinge es preciosa, pero en cuanto puedes contemplarla más de cerca descubres todas sus incongruencias y desproporciones ¡por favor contadnos las cosas! ¡Quiero enterarme antes de morir de todos los por qué posibles!
El hotel en El Cairo era un paraíso con una gran piscina sinuosa que lo recorría todo y con las habitaciones a modo de islas al rededor. Al llegar había una pareja casándose por los jardines junto a la piscina, una pareja de allí. A ella solo se le veía la cara y las manos, pero iba muy bonita. Ambos estaban sentados en grandes sillas sobre el escenario mientras los invitados disfrutaban de un buffet libre.
Y bueno, lo mejor de allí fue el museo de El Cairo y todas sus maravillas, además de la gran mezquita y la arquitectura. En El Cairo conviven varias religiones y, pese a todo, es un lugar bastante respetuoso y cosmopolita. Hace unos años el museo fue asaltado y medio destrozado, quizás lo viste en las noticias y ahora están a punto de inaugurar las nuevas y majestuosas instalaciones, mucho más grandes y modernas. Así que espero volver algún día a repetir este viaje y visitar el nuevo museo.
En Praga bebí más cerveza que nunca en mi vida. Lo curioso es que no se me subía a la cabeza como normalmente pasa. Las jarras de medio litro volaban y había locales muy pintorescos, como La Cueva de la Araña. El gran palacio, el teatro negro, la casa que baila o ese gran puente, además del magnífico reloj astronómico. Praga es un lugar perfecto para perderse y también literalmente, porque el callejero es imposible. Todas esas callejuelas enrevesadas ¡no hay ninguna que vaya a parar donde debería! Pero pasar el día recorriéndolas todas fue genial.
Quizás no todos eran demasiado hospitalarios y en el centro había varios locales que no recibían a los extranjeros de buena gana. Si vas los conocerás porque aun estando vacíos te dicen que está todo reservado. Pero créeme que no te aguarán el viaje ni un poquito.
Irlanda es verde y está tomado por dos bandos; de un lado las vacas y en el otro las ovejas, pero sus pueblos son encantadores. Posiblemente allí pruebes la leche más rica del mundo, sin duda te hará plantearte qué es lo que nos venden aquí los comercios. La leche, la mantequilla y el pan de molde son manjares incomparables a todo lo conocido, así que no te quiero ni contar todo lo que venden en las preciosas pastelerías o sus famosos scouns con mantequilla y mermelada ¡pero qué ganas de volver a comer uno de esos!
En Dublín visitar el parque principal o tomar una cerveza en el Temple Bar es obligatorio, pero hay mucho más que descubrir, además de algunos de los monumentos más antiguos conocidos.
Allí está el castillo en el que se rodó Brave Heart o otros grandes castillos y abadías que es un placer visitar. Y me encantaron todos sus pequeños cementerios antiguos, junto a iglesias también pequeñas y oscurecidas. Eran lugares muy bonitos, algunos entre árboles, pero todos perfectos. Pasé más de tres semanas allí y me empapé todo lo que pude, aunque lo más triste fue ver los centros de las poblaciones con tantos comercios cerrados por la crisis. Espero que ya hayan tenido otras vidas después de aquello.
Túnez también es un lugar que repetiría ya. Allí había zonas tipo cementerios así sin más en medio de la nada y con todas las tumbas pintadas con cal. Resultaba muy curioso. Esos desiertos, los oasis, las personas que siguen viviendo en cuevas excavadas en roca, los olores a especias de los zocos, el té o las magníficas ruinas del anfiteatro.
Los hoteles costeros eran bastante poco interesantes, muy europeos y con playas privadas y de acceso restringido, para poder hacer lo que solemos hacer por aquí en las playas, excepto el top less, claro.
Posiblemente viajar sea una de las cosas más apasionantes y espero que poco a poco podamos recuperarla. ¿Cuál te gustaría que fuera tu siguiente destino?
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