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Mi primer piso y otras cosas de los 20

Los 20, pero ¿cuántas vidas hace de eso? Creo que fue entre los 18 y los 20 años cuando llegué a cambiar de vivienda unas 12 veces o más, por circunstancias y una vez viví un mes en una caravana de un camping ¡una aventura! Hasta que a los 20 me compré mi pisito de tres habitaciones en Castellón, detrás del estadio Castalia.

Me hacía una ilusión que no me cabía dentro y lo cuento en casa y mi abuela: "¡estás loca, pero si tú no sabes lo que es eso, te arruinarás!". Todo paz, amor y confianza, que eso refuerza mucho. Y es que la pobre es de esas mujeres que sufren todo por duplicado, para que no se lo tenga que contar nadie. Si pueden pasar dos cosas siempre va a pasar lo malo, así sufren el por si acaso previo y cuando pasa otra vez, claro ¡que no falte sufrimiento propio y ajeno para alimentar el espíritu!

Ahora ya no hay nada que hacer, tal y como ella dice, lleva así 87 años, ya hemos llegado tarde. Pero no será porque no lo intentamos y le damos la chapa para ver si es un pelín más positiva, pero na. Ella no ha visto un vaso medio lleno en su vida y así la queremos.

El caso es que, después del susto previo, pues me compré el piso. Era el año 2000 y las condiciones estaban muy bien, incluso pagaba poco menos de letra que de alquiler. Debo añadir que no ganaba mal, unas 160.000 pesetas de entonces, eso sí, yo he estudiado y trabajado toda mi vida y cuando no estudiaba trabajaba y trabajaba o trabajaba, trabajaba y trabajaba, que por eso había paro entonces.

Pero vamos, que por si no fuera bastante emocionante eso, llego a casa y digo: "oye, que quiero ser militar profesional". Me meo solo de pensar la cara que puso mi abuela, le faltó llorar.
- Hija que te van a matar ¡no vayas!

Es que no podía ser de otra manera. Me diréis que lo hacía solo por fastidiar, pero en realidad quería probarme, vivir una situación así, no sé, reconstruir las telecomunicaciones en el mundo (entonces sí que tenía yo un punto romántico que pa'matarme). Eso y todas las pajas mentales de las pelis, que como nosotras no hacemos la mili, pues solo nos queda ver cómo la sufren otros.

11 años probando suerte y sigo viva. Una experiencia que ya no me tienen que contar, pero con sus más y sus menos. En el ejército hay mucho machismo todavía o había cuando yo era joven. La putada es que ahí va por rangos y solo hablan los de arribas, así si estás abajo solo oyes y callas.

Conste que saqué un 10 en tiro, la única de mi promoción, lo que me valió un diploma extra del General de entonces.

El tiempo de encierro en la academia fue genial, como estar en un internado. Yo tenía mi pisito de Castellón recién comprado, pero como cobrábamos unas 80.000 pesetas, prefería evitar gastos y me quedaba en Madrid todos los fines de semana. Allí, en pleno invierno en la sierra madrileña y que el jefe de la academia era fan de las pelis aquellas de las pajas mentales y la primera noche nos suelta:
- A partir de mañana vuestros culos serán míos (olé ahí maestro ¿de qué diálogo lo habrá sacado?)

Es normal, tenían que apretarnos un poco y la verdad es que funcionaba. Entre los que se iban a sus casas llorando, los que desistían al primer grito y los que perdieron la cabeza durante la instrucción, al final nos quedamos cuatro gatos. Fue muy divertido; sufrir une mucho. Mi círculo cercano eran Yaiza, Raúl, Nuño y las de mi habitación.

Si os cuento que hasta nos duchábamos con los fusiles ¡pero qué tiempos aquellos! Creo que todos deberíamos vivir algo así al menos una vez en la vida. También os digo que nunca había pasado tanto frío (ni antes ni hasta el día de hoy) del que pasé allí ¡vaya tela! Y el iluminao que era fan de La Chaqueta Metálica nos suelta una mañana: "esto no es frío, hasta que no haya tres o cuatro muertos congelados en la cuneta no diremos que la mañana es fresquita" (estaba sembrao).

Ey, un día paseando por Hoyo de Manzanares casi nos atropella Andoni Ferreño con su 4x4 y en Kinépolis nos encontrados a Pedro Piqueras. Se cierra el inciso.

Cuando ya me vine para Valencia, a mi destino como militar profesional, la cosa era diferente. Los primero años fueron medio raros; había todavía algunos haciendo la mili obligatoria y nuestra figura era un poco nueva, así que tampoco sabían bien como tratarnos del todo.

Tiempo después entré ya en Líneas y Redes y eso fue bastante más divertido, además aprendí muchísimo, pero ahí sí que tuve que aguantar a cada pieza ¡un placer para los sentidos! Había un jefe bastante capullo (esta anécdota la cuento siempre) que tenía la oficina en el Centro Cultural de los Ejércitos ¡ahí es na! Y como yo tenía más experiencia me tocaba enseñar a las nuevas incorporaciones. El caso es que estaba trabajando con un compi y le le enseñaba a instalar una roseta de red (para conectar un ordenador) y entra el tipo, me ve con el taladro en la mano y suelta:
- El la primera vez que veo a una mujer con un taladro (tono de burla).
- Pues es más fácil que poner la lavadora porque aquí solo hay un botón, no tiene pérdida.

¿Cómo te has quedado? Él se dio media vuelta y se fue. Comprenderéis que no fuera muy apreciada allí, pero en aquella época está ya saturada de tanta tonterías gratuita.

Mi último jefe, que tenía su despacho pasando una pasarela y 6 o 7 puertas del mío. Con todo su elenco de administrativos y demás esclavos, se venía a donde estaba yo con su libro de inglés para decirme:
- Necesito fotocopias de estas dos páginas ¿crees que sabrás hacerlo?

¡Vaya tela! A él le venía justo para no cagarse encima en público pero vamos. Después el hombre bajaba a la cafetería y se hacía el vacío a su alrededor. Igual que pasa ahora cuando yo voy a comprar y estornudo sin querer por el efecto del polen en mi nariz.

Ese era el mismo tipo que no sabía distinguir entre una roseta de red y otra de teléfono y si le corregías insistía y te miraba con ganas de escupirte. Por eso uno de los principales problemas es que trabajabas para gente que no tenía ni idea de tu trabajo, pero te mandaba, así que tenías que decir algo así como ¡sí buana! Y cuando se daba la vuelta pasar de él y hacer las cosas bien.

Los últimos años de mili aproveché para ir a la universidad por las tardes, muy a pesar de mi jefe, que dejaba salir a mis compañeros varones antes porque iban al instituto, pero a mí no me permitía tomarme la misma licencia. A pesar suyo fui y también al INEDE de la UCV para sacarme un MBA y cuando en el 2011 tuve el diploma en la mano y una oferta de la calle, les dije adiós con toda la satisfacción del mundo.

Incluso en eso me trataron de forma diferente porque lo normal era regalar (el jefe de la unidad) una figurita o cualquier chorrada a los que causaban baja como despedida, pero para mí no quedaban ¡qué hombre tan infeliz! De verdad. Aunque sí lo hicieron mis compañeros, que me dieron una placa grabada que hace saltar las lágrimas a cualquiera.

Sin duda los 20 eran la edad perfecta para hacer esas cosas; salir, viajar, deporte como si te fuera la vida en ello. Fue genial vivir todo aquello. La putada es que yo pedía todas las misiones que salían, también las plazas en otros lugares para ver mundo y nunca me dieron nada de eso ¡una pena!

Pero no me mataron.

Creo que salen muchas más anécdotas en esos 11 años, pero lo dejo a petición popular ¿queréis más de esto?

Por cierto, feliz día internacional de la felicidad.

Comentarios

  1. En la vida se me olvidará ese señor diciendo eso. Creo que desde ese día deje de tener frío 😂😂😂. Además los de mi camareta teníamos la imagen de ese señor la primera mañana,entrando en patada voladora y gritando como anda que lleva el demonio. 🥰🥰 Todo amor el hombre.
    Lo cierto es que de esos tres meses se podía escribir un libro. Las anécdotas estaban garantizadas.
    Bonito piso el de Castellón, y si te gustaba el fútbol ideal 😉. Y a un paso de la estación 😂 (esto solo yo sé porque lo digo, locuras de los casi 20).
    Me ha gustado, pero se me ha echo corto.

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  2. El miedo a lo desconocido es lo que hace que los familiares sufran. Y sobre todo porque te quieren. Sigue contando.. Se hace corto

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