Mi hija ya ha cumplido dos añitos y juntas hemos dejado atrás momentos de todo tipo, aprendiendo constantemente la una de la otra y explorando este mundo tan grande y maravilloso.
Esta etapa con ella y, conmigo misma, ha sido fantástica y siento que todo lo que he hecho en este tiempo y todas las decisiones que he tomado, buenas, mejores y peores, han sido realmente constructivas y necesarias. Porque lo cierto es que curarse lleva su tiempo y con cariño y compasión todo es posible, además, ella es una niña preciosa, feliz y perfecta y eso me llena de amor y de fuerzas.
Ser madre es algo muy exigente; en el momento en el que ves ese positivo tu vida cambia por completo y ya empieza a girar entorno a ese futuro bebé. Cambias tu alimentación, cambias tus costumbres, empiezas a estudiar todo tipo de cosas, empiezan las revisiones y consultas médicas (con sus analíticas, vitaminas y recomendaciones diarias) y cambia nuestro proyecto vital. Y, en el otro lado de la moneda, están las cosas a las que empezamos a renunciar y la primera de ellas es a nuestra figura, que ahora debe seguir su propio ritmo y cambios. Exponemos nuestro cuerpo a lo que tenga que pasar y esperamos que se quede en "problemas superables" que con el tiempo podamos revertir. Pero no siempre es así y a veces un embarazo te deja "regalitos" físicos o relacionados con la salud que debes afrontar y aceptar.
A mí me dejó una cicatriz alargada y el cuello lleno de marcas, como pequeñas verruguitas y angiomas, incluso mi hija nació con uno en su dedo meñique derecho que desapareció con el tiempo (no así los míos). También mi barriga sigue diferente y con formas nuevas y, debido a mis circunstancias personales posparto, me refugié en la comida para calmar el dolor emocional. Eso no me ayudó mucho a recuperarme y a los kilos del embarazo, les añadí otros nuevos que vinieron detrás, así que puse a prueba de nuevo la elasticidad de mi piel, por suerte sin estrías.
En ocasiones necesitamos esos pequeños refugios emocionales para seguir adelante sin que el dolor o el miedo salpiquen a nada ni a nadie más. Y, aunque soy bastante reflexiva, creo que esa "terapia" tuvo su papel en mi curación, pero ya terminó o al menos ya no la necesito.
Renacer desde una versión más sabia de ti misma
Poco a poco vuelvo a sentirme más capaz y fuerte, más segura de mí misma y, por eso, esa ansiedad que antes refugiaba en la comida está desapareciendo. Ahora puedo pararme antes de comer algo y preguntarme si es hambre emocional o física ¡y ese es un gran paso! Porque en otro momento quizás hubiera recurrido al médico o al endocrino, pero después de saber que mis analíticas siguen siendo perfectas, necesitaba curarme yo misma, separarme de este pequeño bache con fortaleza para seguir adelante. Además, todavía el doy el pecho a la niña y eso limita mucho la medicación que yo pueda tomar (ni ganas de recurrir a ella). No, eso no es para mí, soy una mujer fuerte y tampoco necesito hacerlo todo perfecto, solo hacerlo con amor.
Por otro lado, debo confesar que mi hija y mi relación con ella me refuerza muchísimo, porque mi paciencia se ha multiplicado hasta el infinito y mi capacidad de amar también, incluso a mí misma.
Y ahora tocaría volver a mis orígenes y recuperar a esa mujer que fui y que debe convivir con la madre que soy ahora. Pero esta versión es diferente, quizás tenga un poco de aquella Vanesa visionaria, tenaz e inagotable, pero renovada. Y es que la autoestima a los 40 tiene otro color y yo ya he cumplido 45, así que no debería compararme. Porque muchas veces me encuentro recordando el deporte que hacía, mi vida social, mis citas culturales, los planes de un día para otro y esa flexibilidad maravillosa que me ofrecía una autonomía real y total, pero eso ya terminó (de momento) y las prioridades son otras.
Ahora que ya he publicado mi nuevo libro, el número 7, vero que un libro que yo necesitaba leer y me siento muy satisfecha con la profundidad que finalmente le he dado y con esa parte práctica y funcional que todos necesitamos en algún momento de nuestra vida para superarnos a nosotros mismos y pasar a la acción. Y te haré un pequeño spoiler, todos cambiamos muchas veces a lo largo de nuestra trayectoria vital, incluso en la vejez somos capaces de hacerlo con éxito, de cambiar nuestra mentalidad, de mejorar y de ser más exitosos y, por supuesto, de cumplir objetivos, incluso de adoptar nuevos hábitos ¡todos podemos hacerlo! Creo que es un gran libro y que ayudará a mucha gente y eso me emociona muchísimo. Ojalá tú seas una de esas personas a las que pueda ayudar, aunque solo sea un poquito.
Y, volviendo un poco a lo más físico, el cuerpo femenino tiene una gran capacidad de adaptación y de creación. Es una máquina preciosa y mágica y, aunque los cambios hormonales puedan hacer de las suyas, es algo maravilloso que hay que cuidar con cariño, amor y paciencia. Así que, en lugar de castigarnos, sabotearnos o comer como si fuéramos un basurero (comida basura), vamos a cambiar las tornas. Vamos a buscar esa harmonía cuerpo y mente que nos llevará al siguiente nivel.
Yo me perdono, me cuido y voy a sacar lo mejor de mí misma ¿y tú, qué tienes previsto para ti?
Una mente más despejada y en paz es lo más importante
Llega un momento en el que la paz mental es como un tesoro muy preciado que nos proporciona un equilibrio fundamental para afrontar cualquier reto. Además, seguir al rebaño, mantener lo conocido, repetir nuestras rutinas (aunque no funcionen) y refugiarnos en lo que somos es lo más sencillo para nuestro cerebro, de hecho, si fuera por él, solo nos dejaríamos llevar y pasaríamos por la vida sin más. Bueno, acumulando por el camino todos los placeres inmediatos que se pudiera, claro. Pero ¿quién quiere eso? ¿No deberíamos tener la valentía de buscar ese desarrollo potencial de nuestro cuerpo y nuestra mente para tener una vida más satisfactoria y plena? Como en la pirámide de Maslow, alcanzando esa realización personal.
Ahora es el momento de cuidarme con ese amor y cariño que merezco, de alimentarme conscientemente y de conseguir una fortaleza física que refleje la fuerza emocional que siento. Y creo que es el momento perfecto para adoptar esos pequeños nuevos hábitos que alboroten mis rutinas para poder seguir creciendo. Quiero rituales que me hagan feliz y retos que me estimulen. Así que, asumiendo que ya soy una persona mejor, solo por mi deseo de poner medidas para conseguirlo, mi punto de partida no es el cero ¡ni mucho menos!
Los 45 años son un momento perfecto para empezar a crecer de verdad y proyectar un futuro mejor o una madurez más sana y siento que cada paso que doy por mí es también en beneficio de mi hija, porque veo en ella el efecto de estos dos años juntas día a día y me inspira a seguir mejorando y porque quiero ofrecerle muchos más años de esto.
Porque cambiar por dentro es un proyecto muy largo, pero con retos muy cortos y un retorno maravilloso. Y te prometo una cosa, que lo conseguiré. Y si tú también quieres hacerlo, podemos caminar juntas. Cuéntame tus objetivos o comparte este artículo con alguien que creas que lo necesita y mientras tanto, te dejo aquí el enlace a mi nuevo libro ¡espero que te guste!
Comentarios
Publicar un comentario
¿Te ha gustado? Dime cosas.