Creo que debo contarte algo, solo por ser fiel a mi estilo abierto contigo, pero que conste que esto siempre lo negaré fuera de aquí, incluso puede que lo haga después de publicar este post.
El caso es que los 40 años no son perfectos. Pero esa no es la gran confesión, porque lo cierto es que tampoco los 30 o los 20 lo fueron. Y si quieres saber porqué solo tienes que pensar en cómo vives tú el paso del tiempo. ¿No hay una parte de ti que sigue recordando momentos mejores?
¡Somos un desastre! Aunque quizás tú hayas aprendido a mirar solo hacia adelante y ya solo sea un problema mío.
A veces surgen opciones en el camino y oye ¡que me apunto! Esto es algo que a mí me pasa muchas veces porque encuentro motivaciones en cualquier recóndito lugar ¡y me apetece! Es como estar constantemente probando mis límites, otra cosa que me encanta.
Después resulta que voy con la lengua fuera todo el día y acumulo tanta tensión que por las noches me cuesta dormir y poco a poco voy incrementando mi dosis de café durante el día hasta los viernes.
Llevo muchos días sin escribir, diría que más de dos semanas, otra consecuencia de creerme capaz de todo; tengo mucho trabajo acumulado y creo que mi estilo de vida empieza a salpicar negativamente a otras personas ¡algo que tampoco sé cómo solventar! Y es que ahora no me siento capaz de estar al 100 % en todos los frentes que tengo abiertos y pongo el foco en el trabajo porque es la única constante en mi vida, la que nunca me falla y la que me ofrece una mayor seguridad.
Casi creo que para mí el trabajo es como una zona de confort, aunque cada día deba exprimirme los sesos para dar lo mejor de mí y aportar soluciones de mejora. Es como una incertidumbre certera.
Yo quiero añadir variables a la ecuación ¡cómo no! Y amor y vida social y una rutina deportiva... Pero al final el trabajo va primero.
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