Los 40 años seguirán siendo igual de grandes en mi próxima regla y crecerán con los años y las vivencias, pero los maravillosos días festivos lo curan todo ¿y quién no querría escapar en estos meses tan tensos, aunque fuera un poquito?
El 2020 está siendo un año de altibajos emocionales, de muchas tensiones y miedos y nervios y saturaciones laborales y momentos familiares y añoranzas y mucho mucho trabajo introspectivo. Todo esto como mínimo. Pero, tras asumir un año sin vacaciones... Reconozco que me estaba costando un poco, sobre todo después de llevar varias semanas dedicadas a trabajar de lunes a domingo.
Dicho de otro modo, que ya se me estaba haciendo bola y lo de la resignación no lo llevaba muy bien. Por suerte para mí el tiempo pasa muy rápido; marzo fue un mes de gran expectación. Vivía como conteniendo la respiración, a la espera de percibir la respuesta social o el resultado de este experimento. Observaba a mis vecinos aplaudir, poner música e ir adquiriendo nuevos hábitos para hacer sus días más llevaderos.
En abril tocaba el miedo a la muerte, las alergias subidas y la sensación de delinquir solo con poner un pie en la calle ¡cuánta tensión! Pero empezábamos a conocer los primeros casos entre nuestros conocidos o amigos de amigos... Empezaba a parecer algo serio y había días de miedo y días de incredulidad. Empezábamos a desinfectarlo todo como si viviéramos en un quirófano con mucho trajín ¡un desastre!
Entre finales de mayo y primeros de junio llegó el momento de los deportistas. Nos echamos todos a la calle a la desesperada, pasear era de repente la actividad más popular. Aunque cruzarse con gente no parecía nada cómodo ¿te acuerdas? Nos esquivábamos al andar, bajando de la acera y conteniendo la respiración ¡todo tipo de chorradas y paranoias se cruzaban en mis pensamientos!
Pero en el otro lado estaban los valientes e incrédulos. Esos que caminaban juntos en pequeñas manadas, entre amigos, como si todo volviera a la normalidad del tan lejano febrero.
Por suerte las paranoias acabaron por dejar sitio a un cómodo sentido común basado en la coherencia y la nuevas normas legales... Esto último a regañadientes.
Después la tensión se tornó ansiedad, contando los días pendientes para terminar la infinita desescalada y las largas horas de las noches que los acompañaban. Desórdenes del sueño... Recuerdo que tenía pesadillas absurdas de tipo "vuelvo al trabajo, tengo reuniones con clientes y ¡nos damos dos besos!", para echarse a llorar tras despertarme del susto provocado por una acción tan mundana y habitual apenas unos meses atrás, pero absolutamente tabú en estos días.
Dormir cuatro horas por la noche, tres, con suerte o en pequeñas siestas de dos en dos durante el día ¡una locura!
Las comidas compulsivas respondían más al aburrimiento que al hambre, pero igual se trataba de un arroz un miércoles de madrugada, que de una tortilla con espárragos un sábado a las siete de la mañana ¿a ti también te pasaba? Fue un auténtico desastre.
Han pasado varios meses y ahora parece que ya vuelvo a recuperar un cierto control entre mis horarios, mis comidas o mis noches.
El ayuno de una semana fue una gran idea para romper con muchos aspectos del momento, pero mi reto de 21 días necesitas renovarse. Ya he empezado mi última semana, concretamente faltan 5 días para terminar dicho reto. Sin embargo, también ha habido altibajos. Al menos tres días durante la semana pasada en los que perdí un poco el norte. Un leve bache que estoy reparando.
El sábado 10 de octubre salí de viaje rumbo a los Pirineos. Una escapada senderista de tres días con un grupo de solteros desconocidos entre los que encontré a dos amigas inesperadas y a un hombre muy interesante ¡maravillosos días festivos que te resetean la existencia!
España es un país pequeño, pero lleno de maravillas.
Comentarios
Publicar un comentario
¿Te ha gustado? Dime cosas.