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Al sol de mi balcón un miércoles cualquiera

Cuando empiezas los días muy temprano y aguantas hasta tarde, llega el miércoles y parece que la semana dure el doble de lo normal. ¿Todavía falta tanto para que termine? Un paréntesis, por favor.

Necesitaba un ratito de luz y aquí me he salido, al sol de mi balcón. Pero no creas que es un balcón grande en donde cabe una mesas con sillas o una butaca o unos de esos columpios tan chic de las revistas de decoración. Lo cierto es que es un balcón estrecho y pequeño, que estoy compartiendo con un tendedero plegable lleno de ropa húmeda hasta los topes.

En realidad he tenido de tirar en el suelo del balcón uno de los cojines grandes que hace las veces de respaldo en el sofá del comedor. Y aquí estoy, al sol de mi balcón y sentada en el suelo, sobre el cojín y con el ordenador, así desde la calle no se me ve.

Mi calle es una de esas vías circulares que cerca el pueblo, por la que puedes caminar si tratas de dar un largo rodeo y que siempre tiene algún coche, moto o bicicleta en circulación. Salvo por la noche, cuando pretendes dormir, que empieza la hora punta de las motos más absurdamente ruidosas de los alrededores. Esto lo sé porque tengo más de 40 años. Antes de esta edad te pasa desapercibido por completo.

Pero ahora hace sol y el ruido poco importa en esta horas de la tarde. Es probable que, antes que el ruido, sea el entumecimiento de mis piernas lo que me convenza de abandonar este trocito de oasis en el que me he instalado.

Los oasis son lugares fantásticos ¿no te parece? Que te proporcionan lo que necesitas justo antes de perder toda esperanza. Al menos eso es lo que nos cuentan las películas porque, gracias al cine y la televisión, construimos muchas de las ideas que nos acompañan gran parte de nuestra vida. ¿Lo habías pensado alguna vez?

Cogemos cosas de aquí y de allí, nos dejamos un poco llevar por las percepciones, por la opinión de los demás o por el estatus. Y creamos nuestras propias conclusiones, que a su vez conformarán nuestra filosofía de vida. Esto es lo que pasa por quedarme tanto rato al sol de mi balcón, que mis pretensiones banales iniciales se están tornando excesivamente reflexivas. Quizás tengo ya la cabeza muy caliente y algo raro está filtrando dentro.

Cambiemos va, que sé que te estoy perdiendo.

Ayer salí con un amigo a tomar una cerveza y ponernos al día de las novedades. Estuvo muy bien, realmente fue muy agradable y compartimos el lado bueno de nuestras rutinas. Ambos conocemos todo lo que hay detrás de las bambalinas, esa parte oscura de difícil acceso donde todo está manga por hombro. A veces huele mal, a veces está rota y a nadie le gusta quedarse mucho rato.

Todos tenemos esa parte, pero nadie juzga las obras de teatro por el estado de conservación del edificio ¿no? Quizás tú también estés cargado de historias tristes, etapas complicadas y episodios de tu vida que borrarías de un plumazo sin vacilar. Pero incluso eso te define, hasta eso te construye.

Solo déjalo correr. Acomódalo dentro de la mochila que cargas en algún lugar donde no moleste y déjalo ahí. Mientras tanto, disfruta del sol de tu balcón.

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