Voy a hacer como hace todo el mundo en los previos a escribir cosas que tienen que ver con la alimentación, que hay mucha gente sensible e influenciable por ahí y no es mi intención generar una secta de seguidores de mis experimentos.
En primer lugar, yo no soy médico ni nutricionista, solo curiosa y ávida lectora o consumista de información en general, como lo quieras llamar.
En segundo lugar, mi motivación principal no es perder peso, eso vendrá después, cuando adopte nuevos hábitos alimenticios y vuelva a la actividad física constante o, al menos, un poco metódica.
En tercer lugar, existen muchos tipos de ayuno, como me decía mi amiga Raquel en mi página de Facebook y yo me he decantado por el ayuno con agua e infusiones, porque mi intención es, como decía Ohsumi en sus estudios, promover la autofagia (ya nombrada así por otro premio nobel en 1974) y no solo la limpieza orgánica, para poder disfrutar de sus efectos sanadores y rejuvenecedores. Además de potenciar mi sistema inmune contra amenazas externas y aumentar mis células madre.
Se supone, por las experiencias que otras personas han compartido, que los efectos de este tipo de ayuno prolongado serán patentes en mi aspecto externo; me refiero a mi piel y cabello. Además de contribuir a unos procesos más optimizados, en los mi cuerpo tendrá sí o sí que aprender a usar mis depósitos grasos como energía y no la glucosa en sangre o la hepática. Aunque esto tendré que trabajarlo más allá de cuando termine el ayuno.
El bioquímico Robb Wolf, además de otros colegas de profesión, explica en muchos de sus textos que los hidratos de carbono proporcionan al organismo una fuente de azúcares que obtiene rápidamente para cumplir sus funciones vitales y, entre otras cosas, para alimentar a nuestro cerebro. Pero también explica que no es la forma más eficiente de alimentarse.
Este ayuno va a suponer irse al lado extremo, ya que, si todo va bien, mi cuerpo no va a recibir azúcar alguno en los próximos días ¿se apañará con lo que haya acumulado o qué? Pues bueno, eso es lo que me gustaría averiguar ¿cómo sobrevivirá mi cerebro sin azúcar?
Además, el azúcar también alimenta a ciertas células y procesos que no me apetece desencadenar. Verás, cuando yo trabajaba en el Centro de Investigación Príncipe Felipe, para una empresa oncológica, aprendí diversos comportamientos que nunca he dejado atrás. Allí desarrollábamos equipos para la detección precoz de tumores, para el ensayo de medicación y la respuesta orgánica y para extirpar dichas células malignas en quirófano.
¿Recuerdas que a Esperanza Aguirre la operaron de un tumor? Bueno, pues parece ser que fue con un equipo de los nuestros.
Me fascinaba esa tecnología y podía hacer un recorrido completo explicando los pormenores de cada equipo sin la necesidad de ninguna chuleta. De echa, uno de ellos podía localizar tumores en un estado muy temprano, mucho más que otro tipo de tecnología más extendida. Pero claro, no éramos una empresa tan grande como para poder hacerles frente y por eso tampoco llegamos a ser tan conocidos.
El caso es que para la detección se empleaban unos cristales especiales y un contraste a base glucosa que se administraba a los paciente ¿por qué glucosa? Porque las células cancerígenas absorben mayor cantidad de azúcar que el resto, ya que también presentan un crecimiento y multiplicación mucho mayor. De esta forma, cuando se localizaba alguna célula anormal, la pantalla brillaba como las luces de Navidad, lo que además evitaba posibles confusiones con bultos de grasa y otras masas.
En fin, que me resultó muy curiosa esa relación entre el azúcar y el crecimiento de ese tipo de células, así que mi primer paso fue dejar el azúcar.
Ahora ya hace más de un año, quizás dos, que ya no tomo azúcar de forma habitual (ni en el café), aunque debo decirte que me ha sorprendido mucho la presencia del azúcar en casi todo lo que comemos ¿te has parado alguna vez a mirar las etiquetas? Hay azúcar en alimentos que no te creerás que lo llevan, como la carne picada (la envasada), las hamburguesas, salchichas, jamón york ¡increíble!
Una carga diaria a todas luces innecesaria. En este texto que aquí te enlazo se recogen los siguientes datos:
- En los años 1870 consumíamos 6 kilos de azúcar per cápita.
- En 1910 ya habíamos alcanzado los 40 kilos por cabeza.
- Y en los años 2000 habíamos llegado a los 70 kilos.
A todo esto, deberíamos contrastar estos datos con el incremento de obesidad (que ha sido exponencial) y el aumento de casos de diabetes. Te invito a que busques estos datos y los compares. El paso siguiente será compararlos también con el aumento de los casos de cáncer entre la población, de forma proporcional, desde 1870 y me refiero teniendo en cuenta que por aquel tiempo el volumen de población era menor que en los años 2000.
Bueno, ya para terminar con este tema, que hay dejado el azúcar no significa que no me dé algún homenaje de vez en cuando o que me haga la estrecha en los cumpleaños a la hora de comer tarta ¡nada de eso! Realmente soy más flexible que todo eso, prefiero no obsesionarme, solo que lo evito la mayor parte del tiempo, aunque eso implique hacer cola en la carnicería para que la carne picada me la preparen al momento, con los trozos que yo quiera y sin azúcares añadidos. Hasta ahí sí.
En fin, a lo que íbamos, que anoche sobre las 11h hice mi última comida. Que fue arroz con setas. Delicioso y no muy afín a lo que suelen recomendar cuando preparas el cuerpo para un ayuno, pero ¡qué se le va a hacer!
Salí por la tarde a dar un paseo largo y tenía mucho antojo de hamburguesa, no paraba de pensar en los sabores de unas y de otras para tratar de decidir dónde prefería comprarla, incluso barajé las hamburguesas chatarra de la comida rápida, pero mientras iba salivando había otro sentimiento que afloraba: las ganas de terminar con eso y comer mejor, pero por mí.
Una vez leí que tratábamos a nuestro cuerpo como un vertedero, llenándolo sin compasión de comida basura y, después de cumplir los 40, la idea de empezar a envejecer no me seduce nada. Sé que he empezado a perder densidad muscular, vista y agilidad, no mucho, quizás casi ni se note, pero es un proceso que se ha iniciado a expensas de mi opinión y que me gustaría revertir lo más posible.
Fue así como llegué a casa, sola y sin hamburguesa y rescaté de la nevera las sobras del arroz con setas que había preparado el día anterior.
En ese momento tomé la decisión de hacer algo drástico.
Mis horarios de las comidas son un desastre y sé por mis experiencias anteriores que no puedo ir con pequeños cambios porque no llego nunca a mis objetivos y me resulta más fácil acabar por ignorarlos. Un error.
Si yo hubiese sido fumadora no podría haberlo dejado de forma progresiva, tendría que haber sido radical, un buen día disfrutar de mi último cigarro por convicción y tirar el resto del paquete a la basura. (Qué asco me está dando imaginar esto, con lo que yo detesto el tabaco, pero ¿se me entiende?). Así sin más y así es como he empezado mi ayuno.
Debo añadir que tenía una analítica reciente que estaba perfecta, excepto por el hierro que se encontraba algo bajo, por eso estuve tomando un complejo vitamínico durante más de tres meses y lo terminé hace unas tres semanas como mucho. Así que, aunque no tengo la analítica previa, imagino que con esa recarga debería ser suficiente.
Me he descargado una app para contabilizar mis horas de ayuno y que también te echa una mano con algunas recomendaciones y avisos para que bebas, entre otros extras. Se llama Ayuno Intermitente y es esta: https://play.google.com/store/apps/details?id=bodyfast.zero.fastingtracker.weightloss
Tiene un apartado para personalizar tu tipo de ayuno, pero si tú has probado alguna mejor, déjamelo en comentarios y le echaré un vistazo (y gracias por la aportación).
Al empezar mi primer día de ayuno he salido con un amigo a tomar algo, el desayuno de los domingos, ya que mi primer día completo de ayuno ha sido el 23 de agosto de 2020. Pero yo pedí una manzanilla con hielo, así sin más, con lo que bebí un vaso de agua ligeramente saborizada. Por supuesto sin azúcar ni sacarina ni stevia ningún otro tipo de edulcorante. Solo el agua con la infusión.
Después dimos un paseo, despacio pero de más de 40 minutos y vuelta a encerrarme en casa.
El resto del día nada más, solo agua y debo decir que no fue nada grave estar un día sin comer. Vale que tenía la motivación alta, pero no me costó nada ni sentí hambre en todo el día. Y por la noche volví a salir a dar otro paseo suave de poco más de una hora ¡me sentó fenomenal!
La verdad es que se nota el componente psicológico que tiene la comida en nuestro día a día.
Y, para ser del todo franca, debo añadir que yo dispongo en casa de un equipo de ósmosis (fabricación española, con motor para un menor desperdicio de agua y otros detalles), de agua ligeramente alcalina y con filtro remineralizador, por lo que espero no tener carencias minerales, ya que solo voy a consumir este agua mientras estoy en casa.
Como quiero registrar este experimento con datos, llevo un registro paralelo de mi peso, mis medidas y mis sensaciones, además de cualquier cambio que pueda sentir. Así que seguiré informándote de todo según pasen los días y mientras tanto aquí te dejo otra experiencia de una chica que también ayunó durante 7 días, aunque no estoy de acuerdo con todo lo que dice, pero todavía no dispongo de bastantes datos como para hacerte mis propios comentario.
https://millennialontheroad.net/experiencia-ayunando-7-dias/
Eso sí, ver vídeos en YouTube y leer historias de estas me ayuda mucho a mantener mi estado de motivación.
Resumen: día 1 superado con nota.
Comentarios
Publicar un comentario
¿Te ha gustado? Dime cosas.